El crimen de Almonte. Cómo fabricar un asesino, por Javier Caraballo
Almuzara, 2019
Confieso que tengo una especial predilección por Javier Caraballo. Me siento en deuda con él, porque cuando me interesé en el caso y me puse a investigar en prensa, tras la noticia de la absolución de Francisco Javier Medina, sus artículos me permitieron un avance veloz, claro y decisivo en la comprensión de lo que había ocurrido durante la instrucción y el juicio.
Por eso aguardaba con impaciencia la publicación de este libro, que se ha hecho esperar hasta el pronunciamiento del Tribunal Supremo. Su escasa extensión hace que sea de lectura fácil y rápida, y procedo a exponer mi opinión tras finalizar la misma.
A primera vista da la impresión de que el precio, 18 euros, es un poco elevado para un libro de estas características: tan solo 160 páginas, tapa blanda, unas pocas fotografías en blanco y negro…, aunque debemos ser comprensivos con la problemática del mundo editorial. Eso sí, durante la lectura se agradece que el tamaño de la letra no obligue a dejarse la vista en el empeño. La titulación es atractiva: El crimen de Almonte. Cómo fabricar un asesino.
El estilo es directo, sin florituras ni barroquismos, propio de alguien habituado a escribir artículos, y que reconocerán sin dificultad los lectores habituales de Caraballo. Resulta ameno y ágil, y como va tratando muchos temas, uno detrás de otro, dudo que alguien pueda decir, le haya gustado o no, que se ha aburrido con su lectura. Dicho esto, esa agilidad narrativa podría resultar también problemática para lectores con escaso o nulo conocimiento del caso. Habrá que esperar a que se pronuncien algunos de ellos, pero me temo que algunos lectores profanos pueden tener dificultades para poner en contexto el tipo de información secuencial que se les va proporcionando.
La obra está centrada, sobre todo, en denunciar la investigación de la UCO y el comportamiento posterior de fiscales y jueces. Como partiendo de un único dato, el ADN hallado en las toallas, todos ellos se embarcaron en la construcción, en todo el sentido de la palabra, de un caso contra una persona a la que exculpaba el resto de la evidencia.
Señala Caraballo como se fueron cambiando las horas y otro tipo de evidencia para adaptarlas al sospechoso, y lo hace de forma contundente, con citas directas de los informes policiales. Hay que indicar que el autor nunca duda, ni por un momento, de que Francisco Javier Medina sea inocente. En ese sentido es transparente, cristalino. No intenta siquiera dar una apariencia de neutralidad, o de considerar otras alternativas, aunque improbables. Lo tiene muy claro, y esa certeza en la inocencia de Medina recorre todo el libro como un hilo rojo, sin disimulos ni componendas para intentar contentar a todos.
Además de criticar la investigación, el autor expone unas cuantas hipótesis sobre varios elementos del caso. Aunque coincido con él en lo esencial y en buena parte de sus hipótesis, discrepo de otras, algo que trataré de forma breve al final. Proporciona mucha información que no se ha publicado nunca, así que los interesados en el caso tendrán que leer a Caraballo sí o sí. Sin destripar el libro, paso a exponer, a modo de ejemplo, algunas de las cosas que se encontrará el lector:
-¿Qué gravísimos insultos de Marianela contra Miguel Ángel se podían oír desde la calle? Página 47.
-¿Qué opinaban Aníbal y su familia de Marianela? Páginas 49-50
¿Y Marianela y sus amigas de Aníbal? Página 54.
-¿A quién consideraban Aníbal y sus padres autor intelectual del crimen? Página 56
¿Sobre quién expresaban fuertes sospechas los investigadores de la UCO después de varios meses de investigación? Página 59
Una parte especialmente brillante del libro es la explicación sobre las famosas zapatillas de la talla 44,5 que los investigadores encontraron durante el registro en casa de Medina, y que trataron de asociar a las huellas del asesino. Caraballo explica perfectamente lo ocurrido, y lo acompaña de un par de fotografías en la última página del libro que despejan cualquier posible duda. Esas fotografías perseguirán para siempre a la UCO.
Caraballo se refiere a muchos otros temas. Cita, sin nombrarlos, a dos conocidos periodistas de Huelva Información y Diario 16, distinguidos por su estrecha cercanía a la acusación, y nos explica la forma de actuar de Luis Romero y su querencia por los medios de comunicación como instrumento de su actividad. También aparece la psicóloga Mercedes y su papelón.
Su tratamiento del ADN encontrado en las toallas es breve y no se mete en detalles, pero resulta también sólido. Hay bastantes más cosas, pero deberán ustedes descubrirlas por sí mismos. Ahora paso a exponer de forma muy breve algunas de mis diferencias con el autor.
-Crimen pasional y robo. No se puede negar que Caraballo es contundente a la hora de criticar a investigadores, forenses, abogados, fiscales,… etc., pero en ocasiones, de forma sorprendente, acepta algunas de sus consideraciones más dudosas. Varias veces da como buena la pretensión posterior de los investigadores de que la naturaleza pasional del crimen fue considerada evidente desde el comienzo. Digo sorprendente porque el mismo autor nos cita un informe de la UCO de fecha 15 de mayo (dos semanas después del crimen) en el que se afirma de forma explícita que no se descarta el robo como origen del doble crimen, y durante muchos meses la UCO mantuvo como sospechosos a personas cuyo móvil más probable sería el robo.
No discuto que el móvil del crimen fuera pasional, discuto la pretensión de que eso se considerara evidente desde el principio. Es el mismo autor quien nos advierte en el epílogo del peligro de construir acusaciones con indicios y rellenar los huecos con el móvil genérico del “crimen pasional”.
-Inicio del ataque en el cuarto de baño. Caraballo sitúa el inicio de la agresión contra Miguel Ángel dentro del cuarto de baño donde este se disponía a ducharse. No comparto esa consideración, que no creo soportada por la evidencia. Aprovecho para señalar que el autor repite, como buen periodista, la incorrecta referencia a “151 puñaladas”. Referencia de gran valor periodístico, pero inexacta e imprecisa, y que puede opacar nuestra comprensión de la naturaleza del crimen.
-Pinchazos a la niña. El autor da por buena la tesis de los forenses de que un numeroso grupo de heridas poco profundas que presentaba la niña, poco más que pinchazos, fuera el resultado del intento del asesino de alejarla de él. Según esta hipótesis, mientras el criminal estaba apuñalando a Miguel Ángel, la pequeña María trataba de ayudar a su padre, y al acercarse el asesino la pinchaba continuamente para alejarla.
Los forenses reconocieron que hubo debate entre ellos respecto al significado de esas heridas, es decir, que se consideraron otras hipótesis para explicarlas. Luis Frontela también tenía su propia hipótesis sobre ellas. A mí la hipótesis que plantearon en el juicio no me parece convincente, y creo que se puede argumentar de forma contundente contra ella.
-Hipótesis dudosa. Caraballo incorpora a su reconstrucción del crimen las declaraciones de un testigo que dijo haber visto algo sospechoso la noche del crimen, y que tuvo la sensación de que era observado desde una de las ventanas del domicilio de las víctimas. Yo tengo muchas dudas sobre ese testimonio, y no considero adecuado su uso como constituyente de una hipótesis de más alto rango, o como parte de una reconstrucción de los hechos.
Estas y otras pocas discrepancias, que espero tener ocasión de comentar algún día con el autor, no deben oscurecer el hecho de que comparto el 95 % de sus planteamiento, el cual, ya he comentado al inicio, es el cimiento sobre el que he construido mi propia opinión sobre el caso.
Para finalizar, recomiendo encarecidamente la compra y lectura del libro a todos los interesados en el caso, y a todos aquellos que simplemente quieran entender la génesis y desarrollo de un grave error policial y judicial que mantuvo a un inocente tres años y medio en prisión, que quieran ver como se fabricó un asesino.