ERRORES
Cuando se confirmó que el ADN hallado en tres toallas coincidía con el de Francisco Javier Medina, la primera reacción de la UCO tuvo que ser de frustración y desconcierto, porque Medina no era en esos momentos un sospechoso importante. Sí, debido a su relación con la esposa del asesinado había sido uno de los primeros investigados, y había permanecido siempre en el radar de la UCO, en segundo plano. Pero a partir de la primera semana dejó de estar en los puestos de cabeza de la lista de sospechosos, y pasó a ser uno más, únicamente, y esto hay que dejarlo bien claro desde el principio, como posible cómplice de la esposa y madre de las víctimas, y nunca como posible asesino en solitario. Quien estuvo desde el primer día bajo la sospecha de la UCO fue ella, con o sin Medina.
Nunca se consideró que Francisco Javier Medina hubiera asesinado a padre e hija por su cuenta, sobre todo porque no tenía motivos. Pese a las afirmaciones posteriores, la UCO no dio demasiada importancia al posible ángulo pasional-celos-sentimental en el triángulo Miguel Ángel-Marianela-Medina. ¿Por qué iba a asesinar Francisco Javier Medina a Miguel Ángel si, por fin, después de varios años, Marianela había abandonado a su esposo? Los investigadores supieron por la misma Marianela y sus amigas que la ruptura era irreversible, que no había marcha atrás, y ella jamás dijo o hizo nada que pudiera hacer sospechar lo contrario a Medina. A este no solo no le estorbaba la niña, sino que quería que la madre obtuviera la custodia y se fuera a vivir con ellos, como declaró la misma Marianela.
Por lo que se ha ido conociendo, es cierto que Medina quería que ella fuera rompiendo sus amarras con Miguel Ángel, y que restringiera su relación con él a los cuidados de la pequeña María. Pero se trataba de un proceso de meses que acabaría finalmente con el divorcio, cuyo procedimiento estaba previsto se iniciara tras el verano. No había ningún motivo por el que Francisco Javier Medina necesitara o deseara asesinar a Miguel Ángel, y así lo entendieron los investigadores desde muy pronto, como lo demuestra el hecho de que en ningún informe aparece Medina como sospechoso de un crimen individual, y tan solo lo hace en relación con Marianela, y en una posición claramente subordinada.
Así que cuando la UCO expuso su lista de sospechosos, no consideró a Marianela o Medina como sospechosos individuales, sino como un conjunto, aunque tan solo plantearon sus sospechas sobre ella, y nunca sobre él. La familia de Miguel Ángel, que se supone que es quien puso a la Guardia Civil tras la pista de Medina, en realidad puso a los investigadores tras la pista de Marianela, y en los informes policiales en los que se registran esas referencias de la familia hacia ella, ni siquiera se nombra a Francisco Javier Medina.
Cuando la investigadores de la UCO se encontraron con el resultado de las pruebas de ADN se encontraron también con un problema. Da la impresión de que tenían un conocimiento bastante limitado sobre la prueba y su significado, y para cualquier observador imparcial existía una grave, y no explicada, discrepancia entre los resultados del Laboratorio de la Guardia Civil y los del Instituto Nacional de Toxicología. Decidieron, de forma totalmente arbitraria, quedarse con los resultados de este segundo organismo, sin considerar ni explicar los resultados del primero.
Es probable que en esos momentos algunos miembros de la UCO, con las anteojeras del fracaso colocadas, tan solo vieran la posibilidad de resolver un caso que pocos días antes parecía irresoluble. La oportunidad de convertir un más que cercano fracaso profesional en un éxito. Algunos parecen indignarse ante la sugerencia de que los investigadores pudieran haber sido influenciados en su actividad y sus decisiones por consideraciones, personales, económicas o profesionales, cuando está más que demostrado que esas y otras cuestiones han influido en innumerables investigaciones policiales en todo el mundo, y que están en el origen de graves errores.
La bibliografía sobre el tema de los errores judiciales y policiales crece día a día (ver, por ejemplo, un libro bastante conocido y citado, Criminal Investigative Failures, de Kim Rossmo, que aunque se contradice en varios extremos y está más dedicado a las fallas lógicas, resulta muy instructivo sobre el tipo de errores que pueden cometer, y de hecho cometen, los investigadores). Para explicar esos errores no hace falta recurrir a una hipótesis tan provocadora, y no del todo convincente, como la de Anderson & Scott (Three False Convictions, Many Lessons: The Psychopathology of Unjust Prosecutions), en la que plantean que buena parte de la los errores judiciales y policiales son debidos a la presencia en puestos clave de la policía, la fiscalía o la judicatura, de psicópatas. De la versión no violenta, ni siquiera agresiva, pero psicópatas al fin y al cabo. Resulta interesante, pero no hace falta recurrir a ella para explicar la mayoría de los errores judiciales y policiales.
El conocido caso en España de Dolores Vázquez; el caso tratado en este mismo blog del asesinato de Jill Dando; el de la catastrófica investigación del asesinato de Rachel Nickell, también en Gran Bretaña; la vergonzosa investigación y encarcelamiento de Amanda Knox y Raffaele Sollecito en Italia, …Todos casos diferentes pero con un denominador común: En determinado momento, y por causas diversas, en cada uno de estos casos los investigadores decidieron que una persona era culpable en base a evidencia más que discutible, y pese a ello construyeron una acusación sobre ese convencimiento.
Aunque es seguro que los errores conocidos son tan solo una parte del total, de la mayoría nunca habrá demostración definitiva. Y es que sabemos con seguridad que Dolores Vázquez o Colin Stagg son inocentes porque se encontró al verdadero culpable de los crímenes que les achacaban, pero no siempre hay tanta suerte, y en ocasiones, pese a que la evidencia indica claramente que los acusados no fueron quienes cometieron el crimen (Knox y Sollecito, Barry George, …) mientras no aparezca prueba exculpatoria, siempre habrá personas dispuestas a seguir acusando. Sobre todo los que más tienen que perder a nivel profesional y de imagen personal si se demuestra el error cometido.
TENTACIONES
Sospecho que la argumentación que manejaron los agentes de la UCO, de forma explícita o implícita, debió ser bastante similar a la utilizada por el equipo que investigó el asesinato de Jill Dando (mucho más numeroso, y al menos igual de capaz que el equipo de la UCO). Cuando después de más de una año de investigación estéril, y cuando ya no sabían por donde seguir, de repente apareció algo que señalaba a una persona en concreto, y entonces se dijeron: ¡Tiene que ser él!, no puede ser una casualidad.
Ian Horrocks lo expresó perfectamente, refiriéndose a Barry George, el sospechoso del asesinato de Jill Dando, cuando ante las acusaciones de que habían culpado al chalado del pueblo, respondió que se había realizado una exhaustiva investigación, eliminando a todos los sospechosos menos uno. Si no era Barry George el culpable, protestaba, ¿quién era entonces?
Considero muy probable que esa misma argumentación, o una muy similar, fuera utilizada por algunos miembros de la UCO para autoconvencerse y convencer a los demás. Llevaban más de un año investigando, innumerables horas día y noche, comiendo, cenando y durmiendo fuera de casa, con sacrificio personal y familiar en algunos casos (no en otros), sin resultados. Y de repente se les presenta la posibilidad de resolver el caso con una prueba, confusa y que no entendían demasiado bien, pero con un nombre que resulta sinónimo de culpabilidad: ADN.
Al igual que les había ocurrido a Hamish Campbell y sus hombres, los agentes de la UCO se encontraron ante dos posibilidades a la hora de interpretar la confusa evidencia genética:
1) Podían estudiarla con cierto escepticismo, reconociendo la disparidad de resultados entre ambos laboratorios, y haber solicitado, probablemente a través del juzgado, la opinión imparcial de los mejores expertos en el campo. Teniendo en cuenta que existía evidencia que exoneraba al sospechoso, y que no era de esperar una respuesta clara y decisiva de los expertos, este camino no parecía llevar muy lejos.
2) Podían interpretarla partiendo del supuesto de que el sospechoso era culpable, lo que significaría que no hacían falta expertos para determinar que ese ADN había sido depositado mientras se cometía el crimen, y que la evidencia exculpatoria tenía que ser errónea.
Si su sensación de que Medina era culpable era cierta, podría significar el éxito, las felicitaciones, las condecoraciones, los ascensos… Si no era cierta, tan solo tenían el vacío ante ellos. En el mejor de los casos, un fracaso sin consecuencias; en el peor, un frenazo profesional, tal vez definitivo. Una interpretación llevaba al optimismo y a una buena posibilidad de éxito, la otra interpretación regresaba al punto donde estaban, a más de un año de investigación sin sospechosos ni pruebas, a la nada. En este tipo de circunstancias se presentan fuertes incentivos para que personas sometidas a presión tiendan a tomar un camino y no el otro.
Pero había un problema, ese ADN era lo único que señalaba a Francisco Javier Medina. No solo no había otras pruebas que lo incriminaran, sino que había pruebas en contrario, que lo exoneraban. Generalmente se había venido considerando el ADN una prueba muy potente en dos tipos de situaciones:
A) Cuando aparecía en lugares y circunstancias que hacían extremadamente improbable una alternativa a la hipótesis de que el rastro genético había sido dejado por el sospechoso en el momento de cometer el crimen, o en circunstancias estrechamente relacionadas con este.
B) Cuando el lugar o las circunstancias del hallazgo del ADN no eran tan decisivas como en el punto A, pero existía otro tipo de evidencia incriminatoria que asociada con la prueba de ADN proporcionaba un conjunto probatorio robusto y convincente.
Para el caso que nos ocupa, un ejemplo de A habría sido que el ADN de Medina se hubiera hallado bajo las uñas de Miguel Ángel o María, o en un soporte biológico identificable y asociado al crimen, como una mancha de sangre. Para el caso de un ADN que pudo haber llegado a las toallas de distintas formas, algunas no asociadas al crimen, estamos en B, y entonces habría hecho falta un conjunto de pruebas de otro tipo que incriminaran al sospechoso. Por ejemplo que alguien lo hubiera visto junto al portal de las víctimas, o al menos en las cercanías, en horario aproximado al del crimen. Esa evidencia, que no sería concluyente en sí misma, podría convertirse en una fuerte prueba en conjunción con el ADN en las toallas o en otro lugar no crítico.
Hoy en día ya ni siquiera se considera que la situación A sea suficiente por sí misma para decidir la culpabilidad de alguien, porque hay ya bastantes ejemplos de errores en esas condiciones, como mostraron Lorente y Álvarez en su informe. Hay una tendencia creciente a exigir que la evidencia genética, por determinante que parezca, sea complementada por otro tipo de evidencia.
Para la UCO el problema era grave porque se hallaban en la situación B. El lugar donde se había hallado el ADN del sospechoso no cumplía con los requisitos para considerar improbable una alternativa a su asociación con el crimen, y no había otras pruebas de soporte que pudieran unirse al ADN en las toallas para formar una prueba convincente. Por no tener, no tenían ni un motivo para el crimen.
Pese a la dudosa prueba genética, pese a la falta de otra evidencia incriminatoria, y pese a la existencia de evidencia que exoneraba al sospechoso, se convencieron de que era culpable, porque era lo que necesitaban y deseaban. No solo no había nada que lo implicara, sino que había un testimonio firme y repetitivo (¡como el ADN!), el de Marianela, que lo situaba sin duda en su lugar de trabajo a la hora que se estaba cometiendo el crimen.
Sobre el lugar donde apareció el ADN, en elementos limpios y no asociados al crimen, no se podía hacer nada, y sobre el testimonio de Marianela, de momento tampoco. Pero una vez que se parte del supuesto de que alguien es culpable, no hay obstáculo que no se pueda remover. De repente aparecieron pruebas donde antes no las había. De repente tenían clarísimas cosas que no se habían mencionado durante más de un año. Ninguno de los supuestos indicios que se dijo apuntaban hacia Medina, ni uno solo, había sido considerado como relevante por la UCO hasta la detención del sospechoso, como veremos en breve.
En este punto conviene pararse un momento para estudiar el comportamiento de Juez y Fiscal.
Los agentes de la UCO y otros investigadores que ejercen como policía judicial tienen una buena disculpa ante posibles errores, la limitación de sus funciones. Se limitan a dar su opinión mediante informes, y como mucho detienen a sospechosos y los ponen a disposición del juez. Pero ellos no encarcelan, ni procesan, ni acusan, ni juzgan, ni condenan. Eso son tareas de jueces, fiscales, abogados y jurados, no de ellos. Esto es técnicamente cierto, y en un mundo ideal esa separación de funciones garantizaría contrapesos ante posibles errores de alguno de los otros actores. Pero en la realidad ocurre que los informes y las opiniones de algunos investigadores adquieren una importancia desmesurada que se transmite a lo largo de todo el proceso legal, y que puede condicionar, o incluso servir de guía, al resto de intervinientes.
Es difícil que un Juez (entiéndase también referido a los fiscales) pueda mantener el ritmo y tratar de igual a igual a un grupo de investigadores dedicados en exclusiva a un caso. Los jueces, desbordados de trabajo, y con muchos casos de todo tipo que atender, tan solo pueden dedicar una fracción del tiempo que dedican los investigadores, incluso cuando cuentan con ayudantes, y por tanto su conocimiento del caso es mucho menor y bastante más superficial. Además, los investigadores tan solo trasladan a los jueces una parte de su investigación, lo que unido a lo anterior les proporciona una ventaja decisiva. Es frecuente que los jueces deleguend de forma tácita en ellos, y que acepten sus recomendaciones, hipótesis o conclusiones. Jueces con personalidad y experiencia mantendrán al mismo tiempo, para compensar, un sano escepticismo, y nunca perderán de vista su papel de actor imparcial. Otros, en cambio, generalmente jóvenes y sin experiencia en este tipo de casos, olvidan ese papel y se arrojan de forma incondicional en brazos de los investigadores (sobre todo cuando estos o su grupo tienen prestigio y fama), sintiéndose parte del mismo equipo, bajando sus defensas y su capacidad para detectar problemas.
LA RECONSTRUCCIÓN DE LA EVIDENCIA
Una vez que los investigadores decidieron que Francisco Javier Medina era culpable, tenían ante ellos una tarea nada sencilla:
1) Encontrar evidencia contra el sospechoso. Como el rastro genético no se podía relacionar directamente con el crimen, era imprescindible encontrar algo para intentar colar la idea de que el ADN era una prueba más entre varias. No había nada, ni pelos ni sangre en el lugar del crimen, ni testigos que lo hubieran visto entrar o salir, ni siquiera en las cercanías, ni motivo, ni historial de que resolviera sus problemas con violencia, nada…
2) Ignorar o cambiar la evidencia que exoneraba al sospechoso. Se ignoró el testimonio de Marianela de que había salido junto con los demás, en espera de que la persuasión la hiciera cambiar su declaración. No se preguntó a los compañeros de trabajo si lo habían visto allí en el momento en que se estaba cometiendo el crimen. Cuando supieron que una testigo afirmaba haberlo visto, la ignoraron. Lo que no podían ignorar, como el horario en que se había cometido el crimen, lo cambiaron de forma arbitraria, pese a que había registros del momento en que habían tenido lugar los asesinatos.
3) Encontrar un motivo, y para ello era imprescindible contar con Marianela. Tras asustarla con una posible imputación (palo y zanahoria), se la convenció de que había sido la víctima de una persona hiper celosa, controladora y manipuladora, un monstruo que la tenía anulada. Una vez conseguido esto, con la colaboración y guía de siniestros personajes de los que habrá que hablar algún día, no debió ser muy complicado pasar a la segunda fase: ese personaje terrible era el asesino de su hija, y ella era la única que le daba coartada, y si ella no cambiaba su declaración, quedaría libre. La cambió, claro. Hay situaciones emocionales que no me atrevo a valorar, pero sí valoro, y con mucha dureza, a los que se aprovechan de ese tipo de vulnerabilidad extrema para manipular y tratar de conseguir sus objetivos.
EL CRIMEN PASIONAL
Ahora parece que estamos ante un axioma, el del crimen pasional, y que así se consideró por los investigadores desde el primer momento. Se ha planteado que es un indicio contra el sospechoso, por razones evidentes. El problema para la UCO y sus palmeros es que los documentos y los actos de los investigadores no soportan ese planteamiento. Lo que yo afirmo es que la catalogación de este crimen como claramente pasional tan solo se produjo después de hallar el ADN de Medina en las toallas, nunca antes.
Durante más de un año no se encuentra ni una sola referencia, ni de la UCO, ni de nadie, a que este crimen fuera de tipo pasional, no solo como afirmación, tampoco como conjetura o simple posibilidad. No se dice, ni se comenta, en ninguno de los informes de la UCO, ni en las autopsias, ni en ningún lugar, no hasta que se quiere culpar a Medina. En cuanto detuvieron a este, comenzaron a decirle a todo el mundo que siempre habían considerado este crimen como pasional, pero no es cierto, es una invención destinada a que ciertas personas interiorizaran eso como un hecho.
Pero hay más, los mismos informes de la UCO en los que ni siquiera se utiliza el término pasional, que ni siquiera lo insinúan, dejan claro que casi todos sus sospechosos, y casi toda su labor investigadora, excluyen el crimen pasional. Prácticamente toda su labor investigadora implica que su hipótesis principal durante un año fue el robo (pese a que no hubiera indicios), o la venganza, o la confusión de identidad, y que la hipótesis pasional o sentimental fue en todo momento una más, probablemente secundaria. (NOTA: Por desgracia, porque hay algunas personas convencidas de que si se hubiera estudiado el ángulo pasional desde el principio con vigor y decisión, se podría haber resuelto realmente el caso hace ya mucho tiempo)
En su gran informe de 30 de octubre de 2013, la UCO pasa revista a los primeros 6 meses de investigación. Durante más de 40 páginas exponen, comunican, conjeturan y explican, y pasan revista a los sospechosos, a los que dedican 20 de las páginas del informe. Estos son:
1. Ionut, el rumano que amenazó de muerte a Miguel Ángel cuando este lo sorprendió robando en el Mercadona.
2. Zotouni, el magrebí que fue atendido el 27 de abril, poco después de las diez de la noche, de una profunda herida en una mano.
3. Marianela Olmedo y Francisco Javier Medina. Son sospechosos en conjunto, no por separado, aunque el 90 % del texto y las sospechas se dedican a ella.
4. La familia de vecinos ecuatorianos, que escucharon la agresión, o parte de ella.
5. Manuel, el propietario del inmueble contiguo, arrendado a la familia ecuatoriana. Mantenía deudas importantes, y se sospechaba de su implicación en actividades ilícitas, lo que llevó a pensar que él pudiera haber sido el verdadero objetivo del crimen.
Y ya está. No aparecen otras líneas que se investigaron al principio y fueron probablemente descartadas, como la de Francis C, que fue el último en ver a las víctimas, o la de los otros amigos que comieron con Miguel Ángel, y probablemente alguna más. Estas 5 son las que quedan 6 meses después del crimen, y ya no se trata solo de que no se haga referencia en todo el informe al crimen pasional, es que ¡cuatro de esas cinco líneas de investigación lo descartan!.
En el caso del rumano el motivo sería la venganza, en el del magrebí y algún miembro de la familia ecuatoriana, probablemente el robo. En el de Manuel, una confusión del asesino al entrar en el piso equivocado. Y ni siquiera está claro que en la línea de Marianela y Francisco Javier el móvil sentimental o pasional sea lo único que se está considerando, sino probablemente también alguna motivación económica o de otro tipo.
Esto son hechos, no opiniones. No solo no hay referencias a un crimen pasional, sino que las líneas de investigación seguidas indican que esa opción, estando presente, no era la dominante… Pero hay más, posteriormente los miembros de la UCO remitieron un nuevo informe al juzgado con una extensa investigación de una pista que les había proporcionado Aníbal Dóminguez, el hermano y tío de las víctimas, y esa pista ¡también excluía la hipótesis pasional!
Durante más de un año ni investigadores de la UCO ni forenses insinuaron que dos erosiones que cruzaban la espalda de Miguel Ángel pudieran tener algún significado simbólico, de victoria o de ninguna otra cosa. Nada, ni una palabra. Pero cuando se va a detener a Medina, esos cortes en forma de aspa, adquieren gran significado. En el juicio, los investigadores y los forenses repitieron y ampliaron esas afirmaciones, pese a que no aparecía en ninguno de los informes policiales, ni en las más de 100 páginas de los informes de las autopsias. De nuevo, una prueba inventada exclusivamente para un destinatario concreto. Los forenses, concretamente, se refirieron en el juicio a un supuesto, misterioso y no explicado carácter simbólico de esas lesiones,
PRUEBAS DE SALDO
Ya hemos visto en otras ocasiones como se fueron alterando de forma arbitraria las horas de comienzo y final de los sucesos para intentar encajar los tiempos. Además, se presentaron como “pruebas” contra el sospechoso cuestiones como la del acento almonteño del asesino, o el que la cerradura no fuera forzada, que no aguantan ni el análisis más superficial.
1) El acento almonteño. Se basa en una de las varias declaraciones de uno de los vecinos ecuatorianos, y se pretende que tiene alguna importancia, cuando no jugó ningún papel en la investigación. La UCO se refirió a ello en uno de sus informes, pero ni lo tenía por un elemento importante, ni se tuvo en consideración durante las pesquisas. Tres de las cinco líneas de investigación excluyen que el asesino tuviera acento almonteño o siquiera español de España (los mismos ecuatorianos, el rumano, el magrebí), pero es que además se puede poner en duda la existencia de un acento almonteño diferenciado del de lugares cercanos. A preguntas de la defensa, el vecino que se había declarado lo del acento almonteño tuvo que reconocer que se refería realmente a acento andaluz de la zona.
Pero incluso aceptando que el asesino tuviera acento almonteño, eso tampoco significaría nada, ya que hay varios miles de almonteños que podrían ser sospechosos en base a ese criterio. Lo cierto es que la UCO nunca consideró eso como un elemento que ayudara a reducir el campo de sospechosos, y nunca lo refirió como una prueba importante ni influyó en su consideración de los posibles sospechosos. Como otras muchas cosas, solo adquirió relevancia una vez que Medina se convirtió en el principal sospechoso.
2) La cerradura no forzada y el acceso a una llave. De nuevo, otra consideración que solo se volvió relevante cuando hacían falta pruebas contra Medina. Durante más de un año la posibilidad de que el asesino hubiera tenido acceso a una llave para abrir el portal fue una más. No solo no se la consideró en ningún momento como la hipótesis principal, sino que, de nuevo, los propios informes de la UCO desmienten que fuera así. De los cinco sospechosos, tan solo uno (Marianela-Medina) podría encajar en la hipótesis de que el asesino se valiera de una llave. .
Pero la llave no es la única hipótesis de como podría haber accedido Medina a la casa. Según la UCO, ¡podría haber tocado el timbre!. Provoca sonrojo el planteamiento de que un plan digno de una película de Colombo se tenga que basar en tocar al timbre a ver si sus víctimas franquean el paso. Incluso si aceptáramos la propuesta, no apuntaría hacia Medina, no más que hacia muchas otras personas, familiares, amigos y amigas de su madre y su padre, a los que la niña también conocía.
A pesar que que los peritos de la Guardia Civil ya habían declarado que no había signos de que la cerradura hubiera sido forzada, Hellín tuvo que realizar un informe para decir esencialmente lo mismo, además de plantear algunas consideraciones difícilmente sostenibles.
Una vez detenido Medina, se llegó al punto de intentar considerar una prueba contra el detenido lo que en realidad era una prueba exculpatoria, las huellas del asesino. En confusas y tramposas aseveraciones, pretendieron que podían relacionar a Medina con esas huellas, y aunque es evidente que eso no puede ser, lo cierto es que lograron su objetivo. No solo consiguieron que la Juez les comprara su astuta argumentación, es que consiguieron desvirtuar la única prueba con la que contamos sobre la naturaleza del asesino, y es que sabemos que tiene los pies grandes. En este caso también Hellín presentó posteriormente su propia hipótesis, también difícilmente sostenible.
REBUSCANDO EN LA PAPELERA
En su búsqueda desesperada de evidencia contra el sospechoso no tuvieron empacho en agacharse y buscar en la papelera, que es donde habían arrojado el testimonio de un testigo, magro, más de 6 meses antes. Este les había hablado a los agentes, el 15 de septiembre de 2013, acerca de su supuesto avistamiento de Medina, pero desde la UCO consideraron su historia increíble y no le dieron ninguna importancia. Lo demuestran los hechos, que nos dicen mucho más que las palabras y las justificaciones a posteriori. El hecho es que la UCO consideró tan poco fiable el testimonio de magro que ni le tomaron declaración oficial, ni siquiera comunicaron su existencia al juzgado, cuando comunicaban hasta las pistas e investigaciones más improbables. En el ya citado informe de octubre de 2013, más de un mes después de recibir esa información, ni siquiera la tuvieron en cuenta en su más que breve comentario acerca de Francisco Javier Medina, y no consideraron que aportara nada contra él.
Es bastante natural, porque como habían comprendido los investigadores en septiembre, cuando entrevistaron a magro, lo que este contaba era completamente absurdo. No solo la circunstancias del encuentro eran improbables, con Medina llamando a voces su atención, es que a la hora en que magro afirmaba haberlo visto, sobre las 20:30, Medina estaba trabajando en el supermercado, como dejaban claro las grabaciones de vídeo. Su afirmación de que había llegado a su corral antes de las 21:00 horas no dejaba margen alguno para la duda, estaban ante un error del testigo, uno de tantos que existen en cada caso, y de los que nunca nos enteramos.
Pero cuando hizo falta acusar a Francisco Javier Medina no había prueba débil ni obstáculo que no se pudiera saltar. Lo primero era tomar declaración, a él y a poti, eliminado cualquier referencia horaria concreta en cuanto al momento en que habían visto al sospechoso, porque si declaraban haberlo visto sobre o antes de las 20:30, nadie iba a creer su testimonio.
Francisco Javier Medina a las 20:30 |
Así que las horas desaparecieron, y en su lugar nos encontramos con un vago sin poder precisar la hora en la que sucedió este encuentro, que probablemente es la interpretación del agente a que magro no fuera capaz de concretar el horario con menos de media hora de margen. Lo antecede un siendo todavía de día, que pretendía reforzar la impresión de que magro no estaba seguro de la hora, pero sí de la diferencia día/noche. Esto a su vez servía para enfrentarlo a la afirmación de Medina de que había visto a magro y poti ese sábado, pero de noche, en lo que es seguramente otra confusión.
De la misma forma se ocultó inicialmente el momento en que magro afirmaba haber llegado a su solar. Y en la declaración de poti viene un sobrio no recordando la hora exacta, una fórmula para ocultar que sí recordaba la hora aproximada. Aunque hay que puntualizar que utilizar el término recordar con poti es un poco excesivo, ya que ni estaba seguro del día. En su informe de mayo de 2014 la UCO obvió por completo el horario en que magro pudo ver a Medina, y en cuanto a poti, señalaron que no aportó datos sustanciales que pudieran fijar la data del avistamiento de Francisco Javier MEDINA RODRÍGUEZ, de nuevo una versión muy particular del entrevistador.
Los entrevistadores interpretan a su gusto, quitan y ponen según su parecer y entender, y el resultado son unas declaraciones que hay que interpretar con mucha precaución. Toda la labor investigadora sobre este asunto se centró en entrevistar a los que habían intervenido en la compra del caballo e interrogarlos sobre sus llamadas de aquel día, intentando establecer una secuencia de los hechos que pudiera, más o menos, encajar con su hipótesis. Por supuesto, como se hizo durante todo el caso, se seleccionó lo que podía servir y se apartó el resto, pero dejemos ahora esto, que es tema para un tratamiento más detallado.
Supongo que ya le habrá surgido la duda al lector, ¿cómo podemos saber que esto es así, que magro y poti declararon inicialmente la hora en que decían haber visto a Medina y que se ocultó Lo podemos saber porque hay dos pruebas que lo demuestran:
1) La actitud de fiscal y abogados de la acusación ante la declaración de magro y poti en el juicio.
2) Al menos dos personas se referían, muy poco después de la detención de Medina, a que este había sido visto por los caballistas a las 20:30. Pero esa hora no aparece en ningún documento oficial. Posiblemente la fuente fuera el mismo magro, o su mujer, trabajadora del Mercadona.
En el juzgado poti no recordaba la hora, y se llevó una bronca de la juez porque vaciló en el momento de asegurar que el avistamiento hubiera sido ese sábado. Magro, por su parte, afirmó que había visto a Medina antes de las nueve de la noche, pero da la impresión de que no es una respuesta espontánea, sino la respuesta a preguntas concretas:
QUE ESTO ERA ANTES DE LAS VEINTIUNA HORAS PORQUE HABÍA TODAVÍA BASTANTE LUZ Y PORQUE A LAS VEINTIUNA HORAS HABÍA QUEDADO EN EL SOLAR, LLEGANDO ALLÍ A ESA HORA.
En esta respuesta hay un elemento que tira por tierra toda la hipótesis de la UCO, que explica porqué el testimonio no se había considerado fiable meses antes, y que es un magnífico ejemplo de como manejó la UCO todo el caso. Ellos sabían perfectamente (posiblemente en ese momento ni Juez, ni Fiscal ni defensa lo sabían, al menos con la precisión necesaria) que había una grabación de Medina en el Mercadona a las 21:01. Si magro ya estaba en su solar a las 21:00, como afirmó con gran seguridad, no podía haber visto a Medina saliendo del Supermercado, ni a esa hora ni posteriormente.
Cuando llegó el juicio, y para sorpresa (agradable) de la defensa, magro y poti establecieron unos horarios razonablemente precisos para los sucesos que estaban narrando. Magro indicó que había visto a Medina entre las 20:00 y las 20:25, y poti señaló que a las 20:30 había dejado el caballo. Era algo sorprendente, porque era la primera vez que se podía escuchar algo así. No constaba en ninguna declaración de los caballistas, ni en ningún informe de la UCO.
Pero lo más sorprendente de todo fue precisamente la falta de sorpresa del fiscal y de los abogados de la acusación. Ante esas asombrosas afirmaciones que les destruían la prueba, deberían haber saltado como un resorte, preguntando a los testigos porque no habían declarado antes eso. No lo hicieron, no mostraron ninguna sorpresa, demostrando de forma concluyente que sabían previamente que los testigos sí podían datar de forma razonablemente precisa el supuesto avistamiento, y que lo habían hecho ya hacía más de 4 años.
¿Por qué ni fiscal ni abogados de la acusación les preguntaron a los testigos por esa imprevista data horaria? Para mí resulta evidente, por si contestaban que ya lo habían dicho en su momento, que es lo que ocurrió.
La tramposa interpretación de la UCO tuvo, sin embargo, éxito inicial. El testimonio imposible y manipulado de los caballistas fue decisivo a la hora de enviar a prisión a Francisco Javier Medina.
RECAPITULANDO
-No encajaban los horarios, así que se cambiaron de forma arbitraria.
-No había móvil, así que se fabricó uno.
-No había testigos que hubieran visto al sospechoso cerca del lugar del crimen, así que se sustituyó por el testimonio anteriormente desechado de dos caballistas.
-No querían que algún testigo les fastidiara el caso, así que antes de detenerlo no preguntaron (y si lo hicieron no quedó rastro) a ninguno de sus compañeros de trabajo si lo habían visto.
-Había huellas que indicaban que el asesino calzaba dos o tres números más que Medina, así que se inventaron dos explicaciones, a cada cual más chusca.
-Se presentó un plan barroco, más adecuado para una novela de misterio o una película de Colombo.
-Se pasó por alto que una testigo, la novia del sospechoso, había afirmado, de forma reiterada, haber visto al sospechoso saliendo del trabajo a la hora en que se estaba cometiendo el crimen.
LA TRACA FINAL
Ese testimonio, el de Marianela, se dejó de lado, y tras unas semanas de persuasión (Por ejemplo, el día 26 de junio por la tarde dos o más guardias civiles visitaron a Marianela en su habitación, sin permitir la presencia de otras personas. No se sabe lo que hablaron, ni con qué objetivo o autoridad. No se sabe tampoco si hubo más visitas de ese tipo durante las siguientes semanas), consiguieron que la atribulada madre de la niña interiorizara una historia increíble de celos, maltrato psicológico y anulación de personalidad. A través de esa historia la convencieron definitivamente de que era culpable, lo que además de darles el motivo, les permitió iniciar un fantástico trabajo de bricolaje testifical.
Dejando de lado la sorprendente tolerancia de la Juez ante esos radicales cambios de versión, la pretensión de la acusación de que Marianela creyó ver, o que como lo veía todos los días supuso que… o que por alguna extraña razón estaba confundida… no se sostiene. Ella es la mejor prueba de que Francisco Javier Medina es inocente, porque durante más de un año declaro que lo había visto salir con los demás. Lo declaró ante la UCO y en el juzgado, se lo dijo a su abogada, a su psicóloga y a sus amigas, lo hizo llorando y serena, antes y después de la detención.
Previamente a su súbita conversión, dejó más que claro que Francisco Javier Medina, la persona de la que estaba enamorada, salió del trabajo junto con ella y los demás, y no se trata de una o dos referencias oblicuas o de algún comentario ambiguo. Comprueben. Lo he puesto de colores, para resaltar la variedad y cantidad:
-Francisco Javier si bien no iba junto a ella, si iba en el mismo grupo y tras llegar cada uno a su vehículo que tenían estacionados en El Chaparral, ella se marchó directamente a su vivienda de alquiler en la calle Cabañeros y Francisco se dirigió a la calle Cristo, al domicilio de sus padres.
-QUE LA DECLARANTE SE DIRIGIÓ HACIA SU VEHÍCULO QUE TENIA EN LA ZONA DEL CHAPARRAL. QUE FRAN SALIO AL MISMO TIEMPO DE LA DECLARANTE Y SE MONTO EN SU COCHE GOLF AZUL OSCURO. QUE EL COCHE DE FRAN ESTABA APARCADO EN LA ACERA DE ENFRENTE UN POCO MAS ATRÁS.
-QUE RECUERDA QUE SE MONTARON LOS DOS EN EL COCHE A LA PAR.
-Marianela dice que es imposible porque a esa hora estaba con ella.
-QUE A LAS DIEZ Y CINCO CUANDO SALIERON POR LA PUERTA SI QUE ESTABA SEGURA QUE ESTABA ALLÍ FRAN.
-…digo que no, que salió conmigo, que yo lo estoy viendo ahora mismo, me acuerdo ahora de yo montarme en mi coche y él montarse en el suyo.
-DICE QUE SÍ, QUE FRAN SALIÓ CON ELLA.
-Sí, salió con nosotros. Yo me monté en mi coche el se montó en el suyo.
-PREGUNTADA QUE CUANDO LLEGA LA HORA DEL CIERRE Y VAN A LA PUERTA PARA QUE LES ABRA EL GERENTE SI RECUERDA HABER VISTO A FRAN O DONDE ESTABA FRAN DICE QUE SÍ, QUE FRAN ESTABA EN EL ALMACÉN CUANDO LA DECLARANTE LLEGA.
-…salimos a las diez y cinco, diez y seis minutos aproximadamente, porque los sábados salimos un poquito más tarde. Nos montamos en los coches y fuimos hablando hasta casa, pues mira yo me voy a duchar, pues me voy a duchar.
–(Una amiga) PREGUNTADA SI MARIANELA LE HA REFERIDO LO QUE RECUERDA EN CUANTO A LA SALIDA DEL TRABAJO DEL DÍA 27, DICE QUE LO ÚNICO QUE LE HA DICHO ES QUE SE ACUERDA DE FRAN Y DE QUE SALIERON TODOS JUNTOS
-Que te digo yo que él salió conmigo a las diez y cinco, o diez y seis de Mercadona. Él me ha insistido que salió solo, digo no, él salió conmigo. En la troupe, todos junto, bien detrás, bien delante. Yo me monté en mi coche y él se montó en el suyo.
Estimado lector, debe usted tomar una decisión.
– O bien sostiene usted que todo lo que acaba de leer son imaginaciones o equivocaciones de Marianela, en cuyo caso todavía tendrá que sortear todo el resto de evidencia que exonera a Medina,
– O bien admite que tras esas declaraciones subyace el hecho de que Marianela realmente vio al que entonces era su novio a la hora de salir del supermercado.
En este segundo caso, no le quedará más remedio que reconocer que Francisco Javier Medina es inocente. Puede olvidarse del ADN o de otros testimonios o de otras pruebas, porque si Medina estaba saliendo del Mercadona sobre las 22:05, hora a la que se estaba cometiendo el crimen, no puede ser el asesino.
EPÍLOGO
Esta es la última entrada del blog antes de la ya próxima decisión del Tribunal Supremo. Hace un año que empecé a escribir sobre este caso, y creo que he conseguido presentar la información suficiente para que los lectores puedan decidir por sí mismos. No pretendo que me sigan o me crean, y les animo a buscar otras fuentes de información sobre el caso y otras opiniones. Lean, procedan a analizar toda la evidencia presentada, y decidan con libertad.