No hay otro caso
como este. Una víctima famosa, un crimen inusual, un enigma que se
agranda con el tiempo. Al principio pareció que no iba a poder ser
resuelto, después se resolvió, y finalmente quedó de nuevo
pendiente de resolver. Va camino de convertirse en uno de los grandes
misterios de la historia criminal.
MUERTE DE UNA ESTRELLA DE TELEVISIÓN
¡ Jill
Dando ha sido asesinada ! Poco antes de las 13:00 horas del lunes 26
de abril de 1999 este rumor comenzó a extenderse por las redacciones
de periódicos y cadenas de televisión, y la incredulidad pronto
dejó paso a la sorpresa y el desconcierto. ¿Jill Dando? Esas cosas
no pasan, no les pasa a personas como Jill.
Jill Dando |
Jill Dando y Alan Farthing |
Probablemente la
presentadora más conocida del Reino Unido, a sus 37 años Jill Dando
estaba en el mejor momento de su vida. Presentaba programas de éxito
para la BBC, aparecía en revistas y reportajes, se relacionaba con
la realeza y la aristocracia, y acababa de anunciar su
compromiso de boda con Alan Farthing, un brillante ginecólogo.
Portada de un diario |
De forma casi inmediata se plantearon cuatro hipótesis:
1)
Un crimen personal. Quien la mató, por sí mismo o a través
de un tercero, habría sido alguien cercano a ella, a causa de
problemas sentimentales o económicos.
2)
El acosador. Podía haber sido un admirador despechado o un
acosador enloquecido. Tal vez alguien parecido a Mark David Chapman,
el asesino de John Lennon.
Equipo de Crimewatch |
4)
La conexión serbia. Por esas fechas estaba en su apogeo la
intervención de la OTAN en la antigua Yugoslavia. Tan solo tres días
antes del crimen había sido bombardeada la sede de la televisión
yugoslava, matando a 16 trabajadores. Además, Jill había presentado
poco antes un programa especial de la BBC solicitando ayuda para los
refugiados de Kosovo. El asesinato podía ser una
venganza de un comando serbio.
Inspector Jefe Hamish Campbell |
Hay
que señalar algo importante acerca del lugar donde se cometió el
asesinato, el 29 de Gowan Avenue, Fulham, Londres. Aunque la casa
pertenecía a Jill, ya no residía allí de forma habitual y tan
solo la visitaba de vez en cuando. Desde que había anunciado su
compromiso con Farthing, a principios de año, y durante los últimos
meses de su vida, Jill no tuvo un domicilio regular. Viajaba con
mucha frecuencia debido a sus programas de viajes o antigüedades,
durmiendo fuera de Londres en muchas ocasiones. Otra veces ella y
Farthing hacían escapadas a lugares románticos. Cuando estaba en
Londres, algunas veces ella y su prometido habían pernoctado en la
casa de Gowan Avenue, pero tan solo lo habían hecho dos noches
durante el último mes de vida de Jill. Casi siempre dormían en la
casa de Farthing, en Chiswick. Con la boda prevista para septiembre,
habían decidido poner en venta las casas de ambos y comprar una
nueva.
Una
de las ofertas que recibió Jill fue la de un familiar de su vecino
del número 31, Richard Hughes, y ya habían llegado a un acuerdo, en
el precio (la vendía en unas 350.000 libras, cuando le había
costado 265.000 tan solo cuatro años antes) y en todo lo demás.
Estaba previsto que los compradores se trasladaran allí en julio,
pero mientras tanto Jill seguía teniendo en la casa parte de su
ropa, una pequeña oficina con documentos, archivos, y sobre todo, su
fax. Además, continuaba siendo su dirección postal y allí recibía
el correo. Así que de vez en cuando visitaba la casa, sola o
acompañada por Farthing, y aprovechaba para coger ropa, los fax que
hubieran llegado, y el correo. No eran visitas regulares, eso era
imposible con sus viajes y sus compromisos, y además, las visitas se
habían ido espaciando con el tiempo.
Si
he explicado con detalle la relación de Jill con la casa es porque
resulta muy importante a la hora de analizar el caso.
ANTES
DEL CRIMEN
El
miércoles 21 de abril, cinco días antes del crimen, Jill viajó a
Dublín para rodar el programa de antigüedades. Se quedó allí esa
noche y la del jueves, y no regresó a Londres hasta el viernes. Esa
noche durmieron, como solían hacer, en la casa de su prometido.
Fueron despertados de madrugada, ya que una paciente de Farthing
tenía problemas, y este tuvo que ir al hospital. El sábado por la
mañana estaban cansados y tardaron en levantarse. Después de
comer Farthing regresó al hospital para revisar el estado de sus
pacientes, y Jill aprovechó para visitar la casa de Gowan Avenue.
Los registros de la alarma indican que entró en la casa a las 14:02
y la dejó a las 15:34. Allí recogió el correo, hizo algunos
pequeños trabajos, cogió un vestido que iba a ponerse esa tarde en
un acto, y al revisar el fax se dio cuenta de que apenas quedaban
papel y tinta.
Esa
tarde de sábado la pasaron en un acto de recaudación de fondos para caridad,
donde se subastó un baile con Jill, y alguien pagó 400 libras por
el privilegio. Durante el acto, recordó su prometido más tarde,
alguien que dijo llamarse Julian se acercó a ellos y entabló
conversación. Parecía saber tanto de Jill que Farthing lo encontró
inquietante. Nunca se ha sabido su identidad. El domingo estaba
nerviosa debido al estreno de Antiques Inspectors, el
programa de antigüedades que había estado rodando. Por la tarde,
ella y Alan vieron juntos el programa en la casa de Chiswick, y
después recibió algunas llamadas de felicitación. Parecía que el
programa había gustado. Por la noche la pareja estuvo conversando
sobre la organización de la boda, prevista para el 25 de septiembre.
Lista de invitados, recepción, lugar de la ceremonia… Después se
fueron a la cama.
EL
DÍA DEL CRIMEN
El
lunes la alarma sonó a las 6:45 de la mañana, ya que Farthing tenía
que estar temprano en el hospital. Ella se quedó en casa, y mantuvo
algunas conversaciones telefónicas, con los padres de Alan y con
algunas amigas. A las 12:30 tenía previsto acudir a una comida de
caridad en el Lannesborough Hotel, y era el único compromiso que
tenía ese día. Una vez arreglada, a las 10:10 salió de la casa de
Chiswick y se subió en su BMW. La policía revisó cientos de horas
de grabaciones de cámaras de seguridad, y pudo establecer con
bastante precisión la ruta y los movimientos de Dando esa mañana.
–
10:20. En una estación de servicio BP echó gasolina al coche y
compró una botella de leche desnatada. Se dirigió a Hammersmith y
aparcó el coche en Bridge Avenue. Desde allí fue caminando hasta
King´s Street, y entró en una tienda de la cadena Ryman, donde
compró un paquete de 500 hojas A4, pero no encontró tinta para el
fax.
Jill buscando tinta para el fax |
–
11:13. Una mujer la reconoció entre el tráfico, ya en Fulham, y
llamó a una amiga para contarle que había visto a una famosa. El
BMW de Jill entró en Fulham Road, y comenzó a buscar algún sitio
para aparcar. Tras intentarlo en un par de calles, lo consiguió en
Munster Road. Desde allí recorrió un corto trecho caminando hasta
una pescadería.
–
11:20. A esta hora aproximada entró en Cope´s fish shop, donde
compró 2 filetes de lenguado para cenar con Alan esa noche. Mientras
estaba en al tienda, a las 11:23, recibió una llamada de teléfono
confirmando unas reservas para el musical Mamma Mia, una
sorpresa para el cumpleaños de su prometido, y se puso muy contenta.
Poco después dejó la tienda y regresó a buscar su coche. Recorrió
unos cientos de metros por Munster Road y giró a la izquierda, hacía
Gowan Avenue.
-11:30.
Aproximadamente. Recorrió Gowan Avenue y el llegar a la altura del
29 Jill tuvo un golpe de suerte y encontró un hueco para aparcar
casi en la puerta de su casa.
Antes
de continuar hay que explicar que durante ese viaje de una hora y
veinte minutos entre la casa de Chiswick y la de Fulham, Jill recibió
un buen número de llamadas en su teléfono móvil y también realizó
alguna. Tan solo una de ellas resulta relevante, y fue una llamada
que recibió sobre las 10:30. Su interlocutora era Allasonne Lewis,
una empleada del agente de Jill, Jon Roseman, y que era la encargada
de gestionar el día a día de Dando. Lewis le había enviado algunos
fax esa mañana, pero no se había completado el envío, y la llamaba
para interesarse por si había algún problema. Jill le respondió
que sabía lo que ocurría, la falta de papel y tinta que había
notado el sábado, y le comentó que se dirigía a comprarlos, y que
esperaba que para la hora de comer estuviese todo arreglado.
Después
de aparcar su coche, Jill abrió el maletero y sacó las bolsas con
las compras y algunas cosas que llevaba para la casa. Es casi seguro
que tenía pensado dejar la leche y el lenguado en la nevera y
recogerlos al finalizar la comida en el hotel. No había conseguido
comprar la tinta para el fax, pero es posible que tuviese intención
de intentarlo más tarde, mientras regresaba del hotel, y aprovechar
que iba a recoger la leche y el pescado para dejar el fax en
funcionamiento, pero lo cierto es que no es más que una conjetura.
Pulsó el botón de alarma del BMW, que hizo su beep
característico, y con su bolso colgado del
hombro derecho y la bolsa con sus cosas en
la otra mano, se dirigió hacia la casa. No se sabe si la cancela
estaba abierta o cerrada, pero sea como fuere, atravesó la entrada y
tras unos pocos
pasos se paró delante de la puerta y abrió
el bolso para sacar las llaves de la casa, que llevaba en otro
llavero distinto al de las llaves del coche. Vean la siguiente (e
inquietante) foto de Jill en
la puerta de su casa, porque puede ser una buena aproximación de su
posición cuando estaba a punto de ser asesinada. Seguramente la
única diferencia sea que el día del crimen estaría mirando hacia
la puerta en vez de a la cámara.
Jill Dando en el lugar donde sería asesinada |
No
tuvo tiempo de abrir la puerta. Alguien se acercó a ella por detrás,
con rapidez, y la tiró al suelo, o la obligó a tirarse. Allí, con
la frente de Jill tocando la baldosa o muy cerca de esta, el asesino,
agachado, apretó con fuerza el cañón de una pistola contra la sien
izquierda de su víctima y disparó. La bala atravesó la cabeza de
Jill y salió por la sien derecha, provocando un daño cerebral
masivo. El asesino se marchó de inmediato, molestándose en cerrar
la cancela detrás suyo.
29 Gowan Avenue en 2008 |
Richard Hughes |
El
hombre que vio Hughes le recordó vagamente
a un personaje de televisión, el cómico Bob Mills. Le
pareció que
tenía la cara gruesa, con papada, y el cuerpo robusto, como el de un
soldado o un jugador de rugby. Llevaba un sobretodo tipo Barbour,
marrón oscuro, con solapas de distinto material al resto. Aunque no
pudo precisar su altura, Richard tuvo la
impresión de que era más alto que él
mismo, que medía 1,71 metros. El hombre tenía una espesa mata de
pelo negro, liso. Llevaba en la mano
derecha lo que Richard le pareció un teléfono móvil.
Geoffrey
Upfill-Brown, de 68 años, estaba saliendo de su casa, el número 30,
cuando le llamó la atención un hombre que corría por la acera de
enfrente. Al escuchar el sonido del cierre
de la cancela de Upfill-Brown el hombre
miró en su dirección, y al notar
que estaba siendo observado frenó su carrera y continuó a un
trote ligero. Upfill-Brown, que se fijó
bien porque su actitud le pareció sospechosa, le siguió con la
vista unos treinta o cuarenta metros, hasta que el hombre desapareció
detrás de una furgoneta aparcada. Pero como tampoco vio ni escucho
nada extraño, aparte del sujeto
corriendo, no dio ninguna alarma. El hombre
que vio mediría
1,73 metros, y tenía una constitución fuerte. Tenía el pelo
negro y largo, y al testigo le dio
la impresión de que podía llevar una
peluca. De entre 35 y 40 años de edad, correctamente afeitado, de
tez pálida. Llevaba una chaqueta oscura, larga y holgada, unos
pantalones también oscuros y holgados, y zapatos negros. No
hay duda de que Hughes y Upfill-Brown
vieron al mismo hombre, ya que Hughes vio
también a Upfill-Brown saliendo
de su casa. Las diferencias en la descripción no sorprenderán a
nadie familiarizado con los problemas que plantean las declaraciones
de los testigos. De todos modos, las coincidencias son muy
significativas. Los dos describieron al hombre como robusto y no muy
alto, y ambos se fijaron en su mata de pelo negro.
Ropa oscura, una chaqueta o tal vez un abrigo.
Pasaron unos cuantos minutos hasta que se descubrió el crimen. Helen Doble, una conocida de Dando que vivía en una calle cercana, caminaba por Gowan Avenue en dirección a una copistería. Cuando vio aparcado el BMW de Jill se dijo que tal vez pudiera charlar unos minutos con ella, como hacía siempre que se encontraban. Al llegar a la altura de la cancela y mirar hacia la puerta vio a su amiga tirada en un charco de sangre. La reconoció de inmediato, y le pareció que estaba muerta. Eran las 11:43 cuando llamó a emergencias y pidió una ambulancia, diciendo que Jill Dando había sido apuñalada, eso pensaba debido a la cantidad de sangre. Después, sin saber que hacer, fue a buscar a una amiga unos números más atrás, en la misma calle. Esta, nada más ver lo que pasaba, entró en una consulta médica que había en el número 21. El doctor no estaba, pero la recepcionista acudió con ella y las tres se quedaron en la acera, sin atreverse a acercarse más. Richard Hughes escuchó a las mujeres hablar y salió a ver lo que ocurría, descubriendo entonces al crimen. A las 11:53 llegó un coche de la policía, e inmediatamente los paramédicos, que intentaron reanimar a Jill, y procedieron a su traslado al hospital. Allí, a las 13:05, fue declarada oficialmente muerta.
Más
tarde, cuando los detectives reconstruyeron todos los movimientos de
la víctima, calcularon que el disparo fatal había sido realizado
sobre las 11:30 o las 11:32, no mucho antes o después. Los al menos
10 minutos que pasaron entre el asesinato y el descubrimiento del
cadáver se explican porque pese a que pasaron varias personas y
coches delante de la casa durante ese tiempo, la única manera de ver
a Jill tirada en el suelo era mirando hacia la casa justo al pasar a
la altura de la cancela. El muro impedía ver el cuerpo de Jill casi desde
cualquier otro lugar.
La
policía centró sus pesquisas iniciales en dos elementos bastante
prometedores: el arma del crimen por una parte, y los testimonios de
vecinos y transeúntes, por otra. Por desgracia, en vez de
proporcionar respuestas, ambos elementos plantearon nuevas preguntas
y acabaron añadiendo confusión al caso. El arma del crimen es un
pequeño misterio en sí misma, y los testimonios, muy numerosos,
vagos y contradictorios, lo que consiguen es desconcertar.
EL
ARMA DEL CRIMEN
El
autor del blog http://historiadelasarmasdefuego.blogspot.com/
ha respondido amablemente a mis muchas preguntas, y me ha aclarado
bastantes dudas. No tienen ninguna responsabilidad en los posibles
errores que yo haya podido cometer en la siguiente exposición.
La
bala que atravesó la cabeza de Jill Dando rebotó en la puerta, a
unos 22 centímetros del suelo, y cayó junto al cuerpo. Cerca de
este se halló también el casquillo. Con un análisis minucioso de
ambos elementos los especialistas fueron capaces de establecer la
munición y el tipo de arma utilizada. El casquillo era de una
variedad comercial fabricada por Remington en los Estados Unidos para
su uso en pistolas semiautomáticas de 9mm, en su versión short.
Una pistola pequeña que fabrican varias empresas, como Walther o
Beretta, pero no se pudo determinar el fabricante.
En
el casquillo se encontraron 6 extrañas marcas que los detectives y
expertos no pudieron identificar. No había precedentes en ningún
crimen cometido en Gran Bretaña de marcas similares, y parece que
buscaron también en algunos otros países.
El crimpado es el proceso de ajustar la boca del casquillo alrededor de la bala para que sujete esta correctamente. Este proceso se suele realizar cuando se quiere aprovechar un casquillo usado, colocando una nueva bala en el mismo y ajustando para que quede bien sujeta. Hay dos sistemas, mediante una matriz de crimpado o una tenaza de crimpado. Al parecer las marcas del casquillo del crimen se parecían más a las de una tenaza de crimpado que a las de una matriz. Pero el problema, dijo la policía, es que la tenaza suele dejar tres marcas que suelen ser casi idénticas. En este caso había seis marcas, y todas ellas eran diferentes entre ellas, bastante imperfectas. Parecía, dijeron, como si alguien hubiese usado un clavo y un martillo para realizar un crimpado. Por otra parte, podrían ser marcas sin relación alguna con un crimpado. Tal vez una especie de firma del asesino, o de quien le vendió el arma y la bala a este.
El crimpado es el proceso de ajustar la boca del casquillo alrededor de la bala para que sujete esta correctamente. Este proceso se suele realizar cuando se quiere aprovechar un casquillo usado, colocando una nueva bala en el mismo y ajustando para que quede bien sujeta. Hay dos sistemas, mediante una matriz de crimpado o una tenaza de crimpado. Al parecer las marcas del casquillo del crimen se parecían más a las de una tenaza de crimpado que a las de una matriz. Pero el problema, dijo la policía, es que la tenaza suele dejar tres marcas que suelen ser casi idénticas. En este caso había seis marcas, y todas ellas eran diferentes entre ellas, bastante imperfectas. Parecía, dijeron, como si alguien hubiese usado un clavo y un martillo para realizar un crimpado. Por otra parte, podrían ser marcas sin relación alguna con un crimpado. Tal vez una especie de firma del asesino, o de quien le vendió el arma y la bala a este.
Casquillo y bala |
La
bala era un tipo estándar de Remington. Pero su análisis demostraba que la pistola que la había disparado tenía
el cañón liso, y según parece no se fabrican pistolas
semiautomáticas con el cañón liso. La hipótesis más probable,
según la policía, era que el arma era una que había sido
desactivada y después vuelta a activar, seguramente sustituyendo el
cañón inutilizado durante el proceso de desactivación por uno
fabricado de forma artesanal, tal vez a partir de un tubo de metal.
Había
otras dos posibilidades: Que fuese una starting pistol
alterada para poder disparar munición real, o que fuese una pistola
normal alterada con un nuevo cañón más largo, y vuelto a recortar.
Pero la policía consideraba estas dos opciones más improbables que
la primera.
Por
último, según el encargado de la investigación, no se había
utilizado silenciador. La información sorprendió bastante, ya que
se sabía que nadie había escuchado el disparo. Richard Hughes que
pudo escuchar claramente el sonido de la alarma del coche de Dando,
el grito de la víctima y el ruido de la cancela al cerrarse, no
escuchó ningún disparo. Otro vecino que vivía un poco más lejos
también creyó escuchar un grito, y tampoco escuchó un disparo.
Ha
habido algo de confusión sobre el tema, ya que se dijo que la falta
de silenciador se había deducido a partir de la ausencia de marcas
del mismo sobre la bala, pero esto no es cierto. Los silenciadores, o
supresores, reducen el ruido de un disparo reteniendo los gases
resultantes del mismo, pero la bala no toca las paredes y no quedan
marcas, y por tanto, la ausencia de las mismas no excluye la
utilización de algún tipo de supresor. Yo sospecho que la falta de
silenciador se dedujo a partir de la marca, las quemaduras y la
pólvora halladas en el orificio de entrada, típicos de disparos a
cañón tocante, pero que son diferentes o están ausentes cuando se
utiliza un supresor. A partir de la ausencia de silenciador, hay
opiniones diferentes sobre la razón por la que nadie escuchó el
ruido del disparo. Para algunos la explicación está en que al
apretar la pistola con tanta fuerza contra la sien todos los gases resultantes
entraron en la cabeza, actuando esta como un supresor.
Sin
embargo otros dicen que esto no es suficiente para explicar la falta
de ruido, y
proponen la hipótesis de que en realidad la bala y el casquillo se
separaron de alguna manera y que al casquillo se le retiró parte de
la pólvora antes de volver a montarlo con la bala. La presión de la
pistola contra la cabeza y la menor cantidad de pólvora si podrían
explicar la falta de ruido. En contra de esta hipótesis está el
hecho de que no se encontraron marcas de separación en la bala. No
está del todo claro si los técnicos serían siempre capaces de
detectar dichas señales, sobre todo en balas deformadas por un
impacto. El autor del blog me ha expresado sus dudas sobre la efectividad de quitar pólvora.
Ese tipo de munición es poco potente, y la falta de incluso una
pequeña parte de la pólvora podría provocar que la bala se quedara
sin fuerza para penetrar.
También
me ha comentado que un disparo realizado en esas circunstancias
tampoco tiene porque hacer mucho ruido, y además este sería grave,
en contraposición a sonidos agudos como el de la alarma del coche o
el cerrojo de la cancela. Lo más probable es que la ausencia de
ruido se deba al disparo a cañón tocante, aunque sin poder
descartar del todo alguna manipulación de la bala. Sorprende que la
policía no zanjara definitivamente esta cuestión mediante
experimentos controlados. Se conocen distancias y obstáculos
implicados, las condiciones meteorológicas y casi todas las
circunstancias que pudieron tener influencia en el ruido implicado en
el disparo. Incluso podrían haber reproducido el disparo en el mismo
lugar donde ocurrió, reconstruyendo las circunstancias casi exactas
del crimen, utilizando algún maniquí o el cadáver de algún animal
para el experimento.
LOS
TESTIGOS
La
policía entrevistó a todos los vecinos de Gowan Avenue, a muchos de
las calles aledañas y a los que sin vivir en la zona, habían pasado
ese día por allí. A todos les preguntaron si habían visto algo
inusual o extraño, o que les hubiese llamado la atención. El
resultado fue una enorme cantidad de información que podía ser de
ayuda, pero que también podía llevar a confusión. Los detectives
pudieron ir encontrando e identificando a muchas de las personas que
habían sido vistas, pero finalmente quedaron unos treinta casos sin
aclarar. Muchos testimonios se presentarán con detalle en la segunda
parte, cuando se trate el juicio, pero sirvan ahora unos pocos
ejemplos para darnos cuenta de la problemática:
-Sobre
las 9:30 o 9:40 (2 horas antes del crimen), dos mujeres que miraban
por la ventana del número 55 de Gowan Avenue vieron a un hombre
corriendo. Corpulento, con traje y corbata, parecía un ejecutivo de
la City, según una de las mujeres, o más bien un agente
inmobiliario, según la otra.
-Poco
después de las 10:00 el cartero introdujo varias cartas en el buzón
de la puerta de Jill, y al darse la vuelta para marcharse pudo ver a
un hombre que miraba directamente hacia el número 29 desde la acera
de enfrente. El hombre, al sentirse observado, se movió fuera de la
vista tras una furgoneta aparcada. Pelo negro, traje oscuro,
apariencia elegante.
-A
las 10:08 una guardia que controlaba los aparcamientos (para aparcar
en Gowan Avenue había que tener tarjeta de residente o pagar en el
parquímetro) vio un Range Rover azul oscuro sin el ticket, y cuando
se disponía a multarlo un hombre llamó su atención desde el
interior. Mientras hablaba por teléfono el hombre parecía indicar
con la mano que estaba a punto de marcharse. La guardia se alejó de
allí.
-Un
par de minutos después, una conductora que pasaba por la calle pudo ver que
un Range Rover azul que se pegaba mucho a ella y aceleraba el motor,
como si tuviera mucha prisa. Se sintió presionada y se alegró
cuando vio aparcar al molesto seguidor junto al estado del Fulham.
-Sobre
las 10:35 un limpiador de ventanas que trabajaba justo frente a la
casa de Dando vio a un hombre delante del número 29, hablando por
teléfono. Parecía elegante, con traje gris. Su pelo era rubio o
marrón claro. Le pareció un agente inmobiliario.
-Aproximadamente
a las 11:15 una mujer salió de una clínica cercana y se dirigió a
buscar su coche (el sitio que dejó vacante lo ocupó Jill unos 15
minutos más tarde). Pudo ver a un hombre a unos metros, en la
carretera. Tenía pelo negro y un traje oscuro, tal vez azul oscuro.
Parecía un agente inmobiliario.
Hay
más testimonios, bastantes más, incluidos los que no vieron a nadie
sospechoso, o simplemente no vieron a nadie. El problema, como se
puede observar, es que ninguna de las personas vistas estaba
realmente haciendo nada sospechoso. Es muy probable que de no haber
ocurrido el asesinato, todos estas personas hubieran sido olvidadas
por los testigos muy pronto, al día siguiente o muy poco después.
Las descripciones, por otra parte, difieren unas de otras. Hubo
varios testigos que vieron un Range Rover azul por la zona, y eso
dio que pensar a las investigadores, pero ese modelo de coche era muy
habitual y se podían ver unos cuantos pasar sin más que pararse
unos minutos en una calle de Fulham.
Había
tantas descripciones distintas que durante un tiempo la policía
consideró la posibilidad de que el asesinato hubiera sido cometido
por varias personas, un equipo. Tal vez varios hombres, con un Range
Rover azul de apoyo, habían vigilado y cometido el crimen. Resulta
tentador construir hipótesis a partir de algunos testimonios. Estas
hipótesis se analizarán en la tercera parte. El problema era que
todos los sospechosos podían ser completamente inocentes, y que
simplemente no habían sido encontrados y descartados. El hombre que
vio el limpiador de ventanas, por ejemplo, parece ser que fue
identificado como un empleado de la empresa suministradora de gas,
que estaba llamando para dar la lectura del número 28. Es posible
que todas las demás personas vistas tuvieran una razón igual de
inocente para estar ese día en esa calle.
Algo
parecido ocurría con los sospechosos vistos después de cometido el
crimen.
-Sobre
las 11:37 o las 11:38, un testigo vio a un hombre atravesar la calle
corriendo, a la altura del cruce de Gowan Avenue con Fulham Palace
Road, y seguir esta calle hacia el oeste. El sospechoso estuvo a
punto de ser atropellado por un coche.
-Aproximadamente
a la misma hora una mujer vio a un hombre corriendo por Fulham Palace
Road, mientras hablaba por teléfono.
-Otra
mujer vio a un hombre corriendo en la misma calle, y a la misma hora
aproximada, pero iba en dirección contraria a donde había señalado
la testigo anterior.
-Joseph
Sappleton estaba esperando el autobús a la altura del número 389 de
Fulham Palace Road, a menos de 200 metros de Gowan Avenue, y vio
llegar a un hombre desde la zona del parque Bishop. Se fijó bien
porque el hombre sudaba mucho por cara y cuello, como si acabara de
correr. Llevaba una chaqueta oscura, pantalones que no parecían ir a
juego, y zapatos marrones. El hombre dejó pasar un autobús y
después cogió el siguiente para una parada cercana, que podía
haber alcanzado con el anterior autobús.
Retrato robot |
LAS HIPÓTESIS
Las teorías sobre las que trabajaron los detectives a lo largo de los meses eran prácticamente las mismas que se habían planteado al principio.
1)
EL CRIMEN PERSONAL
El
círculo interno
Esta
fue la principal línea de investigación durante los primeros meses.
En primer lugar se consideró el círculo más íntimo de Jill: Su
prometido, su hermano, su agente, sus compañeros de trabajo, algunos
amigos…, no más de 20 personas en total. Se comprobaron y
volvieron a comprobar sus coartadas hasta que quedó claro que
ninguno de ellos había estado en Gowan Avenue a la hora del crimen.
Pero el crimen podía haber sido cometido por un tercero en nombre de
uno de ellos. Se comprobaron todas sus relaciones, su situación
económica, sus familiares y sus contactos. La más pequeña relación
con alguien que supiese manejar armas era investigada a fondo. Su
agente, Jon Roseman, declaró más tarde que había sido sometido a
un minucioso escrutinio, y que se sintió tratado como un sospechoso.
Se analizaron documentos y contratos, pero tampoco se halló nada. La
solución no parecía hallarse en el círculo interno. Los detectives
consideraban que alguien lo suficientemente resentido contra Jill
para asesinarla, u ordenar el asesinato, a sangre fría,
difícilmente habría podido ocultar sus sentimientos, y que habrían tenido lugar incidentes que señalarían a alguien. Pero nadie sabía de
ningún episodio sospechoso. Tal vez alguna de sus anteriores parejas
podía estar dolida, pero resultó que Jill se llevaba razonablemente bien con sus
antiguos novios. Tal vez la ex esposa de Farthing…, pero tampoco
se encontró nada por ese camino. Jill Dando no tenía enemigos, al
menos abiertamente.
Si
el crimen hubiese tenido lugar una semana más tarde la perspectiva
podría haber cambiando totalmente. Debido al piso que iban a comprar
juntos, Jill iba a hacer testamento a favor de Alan Farthing, además
de convertirlo en el beneficiario de un seguro de vida. Farthing, que
pasaba dificultades económicas a causa del divorcio de su esposa, se
habría convertido en el sospechoso más evidente. Tal como
ocurrieron las cosas, no recibió nada. Al no haber hecho Jill
testamento, las 600.000 libras que quedaron después de impuestos
fueron a parar a su octogenario padre. El hermano de Jill, Nigel, a
quien su padre ordenó administrar la herencia, fue investigado, pero
no se halló nada. Era un periodista sin problemas económicos y se llevaba bien con su única hermana.
Parece
ser que debido a un desagradable incidente entre su agente y un
directivo de la BBC, Jill estaba planteándose prescindir de Jon
Roseman, pero aparte de que no era definitivo, y de que es muy
improbable que este supiera las dudas de Jill, Roseman no ganaba nada
con la muerte de su cliente. Pero eran pistas que la policía tenía
que agotar hasta ser descartadas.
El
segundo círculo
Una
vez que la investigación sobre el círculo interno se fue agotando,
los detectives se centraron en aquellas personas conocidas de Dando,
pero que no eran íntimas. Se contactó con las 486 personas anotadas
en la agenda de Jill. Se entrevistó a muchos compañeros y ex
compañeros de trabajo, y a todos los interesados en la compra de la
casa de Gowan Avenue. También se investigó a todos sus novios y
relaciones, retrocediendo hasta los días de su primera juventud. Se
comprobaron todas las llamadas realizadas desde los teléfonos de
Gowan Avenue, desde la casa de Farthing, desde la BBC, y desde todos
los hoteles donde se había alojado en los últimos meses. Si algún
contacto parecía interesante, se le entrevistaba y se revisaban sus
propias llamadas.
Se
construyó una biografía de Dando, con especial atención a los
últimos 12 meses de su vida. Se registró y anotó cada pago con
tarjeta, cada cheque, cada retirada de efectivo, cada reunión, cada
viaje, largo o corto, cada acto benéfico, … etc. Se preguntó a
amigos y conocidos acerca de sus encuentros con ella, dónde habían tenido lugar y lo que habían hablado. Se trataba de encontrar algún
incidente que pudiese señalar a un sospechoso. Tal vez le había
contado a alguien algo acerca de una tercera persona, o algún incidente que le
acababa de ocurrir. Por otra parte, cabía la posibilidad de
encontrar algo así como una doble vida de la víctima, que tal vez
ocultaba algún secreto. Ninguna de las dos posibilidades se
materializó. No encontraron ningún incidente que señalara a un
sospechoso ni encontraron ningún secreto en la vida de Jill.
Se
rastrearon 80.000 llamadas de móvil realizadas desde las torres
cercanas al lugar del crimen. Se interrogó a algunos personajes
sospechosos, e incluso se detuvo a uno que acabó siendo un sujeto
con afán de notoriedad. Se contactó con todas la personas del Reino
Unido que se apellidaban Dando. Se descubrió que alguien, haciéndose
pasar por James Dando, supuesto hermano de Jill, había llamado el 1
de febrero (el día que apareció en los periódicos el anuncio del
compromiso de Dando y Farthing) a varias compañías de suministros
para intentar cambiar las facturas a su nombre y también la forma de
pago. Seis días antes del crimen, alguien llamó a la compañía
telefónica para intentar lo mismo. La policía comenzó una lenta y
laboriosa investigación para encontrar al autor de las llamadas.
2)
EL ACOSADOR
Unos
tres años antes del crimen Jill comenzó a recibir en la BBC cartas
de un admirador que pretendía tener un encuentro con ella. Cuando
comenzó a insistir, ella le respondió dos veces solicitando de
forma educada que la dejase en paz. Pero no sirvió, y el misterioso
admirador comenzó a ganar confianza. Cuando Jill se encontró una de
las cartas bajo la puerta de su casa se alarmó y avisó a la
seguridad de la televisión. Finalmente se supo que el autor de las
cartas era John Hole, de Kent, un solitario de cerca de sesenta años,
que cuando se vio expuesto se disculpó y prometió no volver a
molestar a la presentadora. Otros admiradores habían escrito y
llamado a Jill, nada que no sufran muchos famosos, pero el acoso de
Hole había durado más de dos años. Una vez cometido el asesinato,
la policía lo sometió a una intensiva investigación durante varias
semanas antes de descartarlo. Los detectives encontraron a 140
personas que tenían algún interés más allá de lo normal en Jill
Dando, pero ninguno de ellos fue considerado un sospechoso
prometedor. También se investigó a algunos acosadores conocidos,
pero tampoco se halló ninguna pista que los ligara con Dando o el
crimen.
Durante
los primeros meses los detectives consideraron que la hipótesis del
acosador tenía un grave problema: no había señales de acoso. Una
vez finalizado el asunto Hole, Jill no recibía más cartas o
llamadas que cualquier otro famoso. No comentó con ningún amigo ni
conocido ningún incidente, y todos coinciden en que durante los
meses anteriores al crimen nadie la estaba acosando.
3)
CRIMEWATCH
La
hipótesis era aparentemente atractiva, pero no tenía mucho
recorrido. Jill Dando era presentadora, no periodista de
investigación. A diferencia de su compañero de programa, Nick Ross,
ella no participaba en la documentación y preparación de los
reportajes. En caso de venganza, Ross o alguno de los policías que
participaban en el programa eran un objetivo más obvio, sin contar a
los policías que realmente habían investigado cada caso, o los
jueces y fiscales implicados. Aunque no se podía descartar del todo
la hipótesis, no parecía tener mucho fundamento. El mismo Nick Ross
ha escrito que no hay precedentes en el Reino Unido de venganzas de
delincuentes sobre policías o jueces, y sería más extraño todavía
encontrar la venganza dirigida a una presentadora. También ha
comentado Ross que cuando visitaba cárceles o entrevistaba a
delincuentes solía encontrar muestras de simpatía en vez de
resentimiento.
La
policía consultó con todos sus confidentes y contactos en el mundo del crimen por
si alguien había escuchado algún rumor o algo relacionado con el asesinato. Nada.
4)
LOS SERBIOS
Este
enfoque parecía más prometedor. Además del reciente bombardeo de
la televisión yugoslava, unas semanas antes Dando había presentado
un programa especial para conseguir ayuda para los refugiados de
Kosovo. Tal vez ese programa había provocado que los serbios se
fijaran en ella, y cuando poco después tuvo lugar el ataque a la
televisión, la tomaron como objetivo. En contra de la hipótesis
estaba el hecho de que los tres días entre el bombardeo y el
asesinato no parecen suficientes para ordenar el asesinato y
organizarlo correctamente. Además, si el asesinato era una venganza,
sería de esperar que algún grupo serbio lo hiciera notar
claramente, revindicando el acto de alguna forma.
Aunque
hubo dudas, a la policía tampoco le convencía esta hipótesis,
sobre todo porque la presentadora era una víctima muy improbable.
De haber querido los serbios tomar venganza, tenían a su
disposición decenas, sino cientos, de políticos o militares, cuyos
domicilios no eran más difíciles de encontrar que el de Jill Dando.
Programa especial sobre Kosovo |
BLOQUEO
Si analizamos con cuidado las circunstancias del crimen y los datos disponibles para la policía, nos podemos hacer una idea de las dificultades que enfrentaban.
1)
El estudio atento de cientos de horas de grabaciones de vídeo, de
decenas de cámaras, había permitido reconstruir de forma bastante
precisa el recorrido de Jill esa mañana, pero no era lo único
importante. Pese a los repetidos visionados en busca de una pista, no
encontraron ni el más mínimo indicio de que Jill o el BMW
estuvieran siendo seguidos esa mañana. Algunas de las cámaras
tenían una visión muy amplia, y habría sido casi imposible que
algún coche la siguiera sin que fuese descubierto.
2)
La visita de Jill a la casa de Gowan Avenue no era previsible. Había
estado allí el sábado, tan solo un par de días antes, y por tanto no era
de esperar otra visita pronto. La única razón parece haber sido el
dejar el fax con los suministros adecuados. ¿Quién sabía que iba a
visitar ese día la casa? La policía nunca lo ha hecho público,
seguramente para evitar especulaciones. Pero si alguien lo sabía,
debía ser muy poca gente. Es probable que se lo dijera a su
prometido, pero ni siquiera eso es seguro. Tal vez lo comentó con
alguna amiga o la familia de Alan cuando habló con ellos la mañana
del crimen, pero era un acto tan trivial que es posible que no lo
hiciera. Poquísima gente sabía que iba a visitar ese día la casa,
y es posible que solo Farthing y Allasonne Lewis supiesen de la
visita con antelación, y esta última tan solo una hora antes del
crimen.
Estos
dos puntos obligaban a plantear una pregunta clave: ¿Cómo sabía el
asesino o asesinos que Jill Dando iba a estar ese día a esa hora en
ese lugar? Fuese un admirador despechado, o un acosador, o un
delincuente ofendido, o un antiguo novio, o un serbio vengativo…
¿cómo podía saber ninguno de ellos que iban a encontrar a Jill
Dando en esa casa?
La
respuesta es que no lo podían saber. Que nadie la iba siguiendo, y
que nadie informado podía esperar encontrarla ese día en ese lugar.
Por lo tanto, parecía un crimen de oportunidad, un golpe de suerte
para el asesino y mala suerte para Jill. Quien la mató desconocía
que Jill no residía en esa casa. Eso encajaba mejor con un asesino
individual, un acosador, que con una conspiración de criminales o
serbios. En los registros se podía encontrar el nombre de Jill Dando
asociado a ese domicilio, pero sería de suponer que un crimen
organizado tuviese mejor información. Tal vez quien fuera había
probado varias veces, y pudo suponer que el lunes era un buen día
para recoger el correo. Richard Hughes declaró que Jill solía ir
los lunes, pero no era tan regular, sus viajes se lo impedían, y por
ejemplo, el lunes anterior no había ido, y probablemente el anterior
a ese tampoco.
Aunque
al principio la hipótesis de un crimen por encargo realizado por un
equipo de asesinos había sido considerada con mucha atención, fue
perdiendo adeptos con el paso del tiempo. Muchos detectives parecían
inclinarse por la idea de algún admirador enloquecido que había
estado rondando el domicilio de Jill, tal vez ya había pasado por
allí en días anteriores, buscando la oportunidad. Y por puro azar Jill apareció en el momento justo. Algunos informes de psicólogos
forenses apoyaban esa teoría. No era un asesinato obra de un
profesional o un sicario, era obra de un aficionado que había
cometido varios errores. Esta hipótesis, que más bien parece una
hipótesis por descarte, fue ganando favor según se iban cerrando
todas las otras línea de investigación sin resultado.
Portada del Radio Times |
La
falta de avances y de resultados, y las especiales circunstancias del
caso, llevaron a algún medio a publicar que la policía había
considerado incluso opciones bastante poco usuales, pero posibles.
Una de esas hipótesis era que el asesino se hubiese equivocado de
víctima. Había varias posibilidades:
-Un
error en la calle. Hay varias calles en esa zona que son muy
parecidas. Por ejemplo, Wardo Avenue, que es paralela a Gowan Avenue,
parece una fotocopia de esta. Tal vez el asesino buscaba el 29 de
otra calle.
-Un
error al elegir la víctima. Tal vez buscaban a alguien en esa calle,
pero se equivocaron de víctima. Eso podría encajar mejor con un
asesinato en plena calle, pero no encaja bien con un crimen a la
puerta de la casa. Salvo… Se comentó que la mujer de Richard
Hughes, el vecino del 31, tenía cierto parecido con Jill. Edad
aproximada, el mismo corte y color de pelo y el mismo modelo de BMW.
Sin
embargo, la policía no pudo encontrar ningún motivo para que
alguien quisiera matar a algún vecino de un número igual de otra
calle, y la mujer de Hughes era una profesora sin enemigos.
Cuando
se acercaba el primer aniversario del crimen la investigación
parecía haber entrado en un callejón sin salida. La palabra fracaso amenazaba al equipo de Oxborough.
Próximamente
-El asesinato de Jill Dando (II): De repente, un extraño.
-El asesinato de Jill Dando (III): Los juicios.
-El asesinato de Jill Dando (IV): ¿Culpable o inocente?
-El asesinato de Jill Dando (V): Demasiadas hipótesis.
– Burke, Mike. Fight to clear Barry George of the Jill Dando murder.
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Próximamente
-El asesinato de Jill Dando (II): De repente, un extraño.
-El asesinato de Jill Dando (III): Los juicios.
-El asesinato de Jill Dando (IV): ¿Culpable o inocente?
-El asesinato de Jill Dando (V): Demasiadas hipótesis.
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FUENTES
LIBROS
– Burke, Mike. Fight to clear Barry George of the Jill Dando murder.
–
Cathcart, Brian. Jill Dando. Her life and death.
–
Lomax, Scott. Justice for Jill. How the wrong man was jailed for ther
murder of Jill Dando.
–
Mansfield, Michael. Memoirs of a radical lawyer.
–
McVicar, John. Dead on Time. How and Why Barry George Executed Jill
Dando.
–
Ross, Nick. Crime.
–
Smith, David James. All about Jill. The life and death of Jill Dando.
Comentario:
Las
obras de Brian Cathcart y David James Smith son las más completas, mejor escritas,
mejor documentadas y más rigurosas. Resultan indispensables.
Michael
Mansfield y Nick Ross tratan el caso de Jill Dando de forma
tangencial y sin mucho detalle, pero sus libros contienen algunos
elementos interesantes.
Scott
Lomax produjo una obra irregular, con secciones brillantes, como su
análisis de los testigos, y otras más flojas.
John
McVicar aporta alguna información aprovechable, pero el libro no
tiene el nivel de los primeros citados, y el autor divaga con
frecuencia.
El
libro de Mike Burke no está demasiado bien escrito, pero las
relaciones familiares del autor le dan acceso a información
importante, y además, es una fuente indispensable para los
entresijos de la defensa y los juicios.
PRENSA
OTROS
– Crímenes que conmocionaron a Gran Bretaña: Jill Dando
Las recreaciones son bastante deficientes y con errores de bulto, pero contiene testimonios y opiniones interesantes.
– Programa de Crimewatch sobre Jill Dando.
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OTROS
– Crímenes que conmocionaron a Gran Bretaña: Jill Dando
Las recreaciones son bastante deficientes y con errores de bulto, pero contiene testimonios y opiniones interesantes.
– Programa de Crimewatch sobre Jill Dando.
Etiquetado caso, Dando, Gran Bretaña