El asesinato de Sheila Barrero (I): Errores

CUESTIONES PREVIAS

El tratamiento de este caso no incorpora una presentación o resumen. Se efectuará un análisis de segundo nivel, suponiendo que el lector tiene un buen conocimiento del mismo. Es decir, si usted no sabe nada del caso, o apenas recuerda los elementos básicos, le pido que se informe o refresque lo casi olvidado, porque de lo contrario me temo que no se enterará de casi nada y difícilmente podrá seguir la exposición. Si se decide, hay tratamientos de este caso razonablemente buenos, donde podrá adquirir un conocimiento suficiente para posteriormente pasar a mis escritos. Les recomiendo especialmente dos que tuvieron acceso al sumario del caso:

▪ El capitulo dedicado al crimen de Sheila en el libro Crímenes sin resolver, de Vicente Garrido y Patricia López.

▪ El documental Sheila, caso abierto, de Equipo de investigación, en atresplayer.

Una búsqueda simple en internet los llevará rápidamente a otros documentales, programas, videos y podcast.

Aunque dejo en sus manos la decisión, si no saben del caso les aconsejo que interrumpan ahora mismo la lectura y regresen cuando ya conozcan algo y les pueda resultar de provecho.

En la ponderación entre el interés que puedan tener algunos temas y evitar un posible daño a terceros, siempre he intentado priorizar lo último. Eso hace que determinados asuntos o pistas se queden fuera de este escrito, o se traten de forma muy somera y superficial, aún siendo objetivamente interesantes para el análisis del caso.

El crimen fue investigado por un equipo formado por miembros de la UCO y de las comandancias de Oviedo y León. Me referiré a ellos como la Guardia Civil, los agentes o los investigadores, de forma indistinta.

Para no tener que estar continuamente escribiendo el asesino o asesinos o expresiones equivalentes, utilizaré el singular, sin que eso implique una posición sobre si hubo un solo asesino. Es una simple cuestión de estilo y comodidad, y el tema de si en el crimen pudo participar más de una persona se tratará en la tercera parte.

INTRODUCCIÓN

El asesinato de Sheila Barrero la mañana del 25 de enero de 2004 está sin resolver, y probablemente así se quedará. Excepto para la persona imputada en su momento, los abogados consideran que el caso está prescrito. Como estoy convencido de que la persona imputada es inocente, me temo que, salvo mejor opinión de los expertos en leyes, el asesino podría aparecer mañana y quedar impune. Los investigadores de la Guardia Civil y los familiares de la víctima opinan de otra forma, convencidos de que la acusación inicial era correcta. La postura de la familia no resulta sorprendente, ya lo hemos visto en otros casos como el del doble crimen Almonte o el de Rocío Wanninkhof, en el que los familiares de las víctimas eligieron creer a los investigadores en vez de a otros actores. No parece casual el estrecho contacto con las familias, que sirve como ayuda mediática y evita que la inevitable frustración cuando ven insatisfechas sus expectativas se vuelva contra ellos. Siempre hay alguien a quien culpar: jurados, fiscales, jueces… Todos salvo los investigadores.

Este es un caso extraño, muy, muy extraño, y lo es en todos sus extremos. Resulta extraño el crimen en sí, y resultan extraños todos los errores y anomalías que se produjeron durante la investigación. Un crimen cometido dentro de un coche, desde el asiento trasero, en lo alto de un puerto de montaña que hace de frontera entre dos provincias, en un amanecer nublado y lluvioso… Hay algo chocante y sin precedentes en este caso, y no resulta lo menos chocante la falta de un motivo evidente. A Sheila nadie le conocía un enemigo, ni estaba metida en asuntos turbios; nada de drogas, ni frecuentaba malas compañías. Tampoco su situación sentimental indicaba nada inquietante, como veremos. Todo el mundo puede ser víctima de un crimen en cualquier momento: un robo, una agresión sexual, una pareja que no admite el fin de una relación, una discusión banal de tráfico, el simple azar de un encuentro desafortunado y varios motivos más. Pero no se espera que todas esas posibles motivaciones acaben produciendo un crimen del tipo del que nos ocupa. No parece probable que alguien elija esa ruta o ese punto para parar un coche con el fin de robar. Ni que una expareja despechada se coloque al amanecer en un puerto de montaña para parar a su víctima, y tras lograr el acceso a la parte trasera disparar desde allí. ¿Un intento de secuestro/agresión sexual que no salió como pretendía el autor? Esa hipótesis también la manejaron los investigadores pero, como el resto, se enfrenta a un problema: Fuera cual fuera la motivación del autor del crimen, no parece la mejor opción intentarlo cuando el objetivo está a los mandos de un vehículo en marcha.

Salvo personas con determinados trastornos mentales, todos los delincuentes (o aspirantes a ello) que actúan con un mínimo de planificación tratan de maximizar sus opciones de éxito y minimizar las opciones de huida o defensa de su víctima, y lo hacen de forma consciente o de modo instintivo. Incluso en casos con aparentes similitudes, como el crimen de Fago, la emboscada tenía como objetivo sacar a la víctima del coche, reduciendo así sus opciones de evasión. Por eso el asesinato de Sheila Barrero es tan extraño, tan desconcertante, porque no solo fue cometido con la víctima a los mandos de su coche, sino que el asesino parece haber asumido riesgos innecesarios y actuado de forma claramente subóptima. El culmen de ese comportamiento llega cuando tras aparcar el coche en el área recreativa, en vez de escapar a toda prisa, pierde el tiempo colocando a la víctima de nuevo en la posición del conductor, lo que implica un considerable esfuerzo y una nueva manipulación del cadáver que aumenta el riesgo de dejar rastros. ¿Un desequilibrado ajeno a cualquier riesgo o alguien con la sangre excesivamente fría y alguna motivación oculta?

Si extraño resulta el crimen, más extrañas son todas las anomalías surgidas durante la investigación, desde el minuto uno. Los errores son tantos, de tanta envergadura, tan diversos y duraderos, que resulta difícil encontrar una explicación, sobre todo para alguno de ellos. Culminan 6 meses después del asesinato con la detención de un joven, Borja Vidal, al que los investigadores achacan el crimen. En mi opinión, es el error definitivo, en parte resultado de errores anteriores, y origen de otros nuevos. Pese a que se lleva desde 2004 acusando, directa e indirectamente, a Borja, su caso es tan flojo ahora como lo era hace 20 años. Decir flojo es hacerles un favor, porque en realidad no llega ni a eso. Así lo consideraron los fiscales y más de una docena de jueces que han entendido del caso durante estas dos décadas, que han considerado, de forma unánime, que no hay evidencia que implique a Borja en el crimen de Sheila. Se ha investigado por extenso por la Guardia Civil dos veces, y en ninguna de las ocasiones han presentado evidencia para llevarlo a juicio. Ojo, no digo para condenar, digo siquiera para enviar a una persona a juicio. Como en otros casos, la familia de la víctima ha decidido creer a la Guardia Civil en vez de a jueces y fiscales, tal vez porque el lenguaje de los segundos (falta de pruebas, pruebas insuficientes) no es tan contundente como el de los primeros, que les aseguran cara a cara que está todo claro.

Las investigaciones, la primera y sobre todo la segunda, de 2018, son poco más que humo. Se ha utilizado incluso a la delegada del Gobierno, totalmente ignorante sobre el tema, para tratar de dar un empujón a una acusación tambaleante, tirando con vigor del botafumeiro mediático, con la esperanza de que la neblina de incienso impida fijarse bien en los detalles del caso, y que no se pueda apreciar su extrema debilidad e inconsistencia.

ERRORES

La plétora de errores que plagan este caso lastra cualquier proyecto de análisis racional del mismo. En todos los casos, en cualquier lugar del mundo, se cometen errores. Los cometen policías modestas y agencias con gran renombre, como el FBI. Y donde parece que no hay errores es que no se ha mirado muy de cerca. Pero lo de este caso lo supera todo. Hay tantos errores, tan variados, tan constantes en el tiempo, que algunas personas sospechan que posiblemene algunos de esos errores sean otra cosa, y que tal vez sería mejor llamarlos anomalías. Es un tema complicado y que se sale del alcance de lo que pretende este escrito, así que, sin comprometer mi parecer, he decidido denominarlos todos como errores y que cada uno se forme su propia opinión.

Voy a exponer, numerándolos, los errores más importantes, para que resulte evidente lo ocurrido. En realidad, algunos de ellos son conjuntos de errores, así que entre todos pueden sumar decenas.

ERROR 1. No se acotó correctamente la zona para evitar interferencias o contaminación. Los primeros agentes de la Guardia Civil que llegaron al lugar evitaron el acceso de curiosos (pero no de vehículos propios) al interior del área recreativa, donde estaban los coches de la víctima y su hermano, pero fallaron al permitir el contacto de familiares, amigos y curiosos con las lindes de dicha área. No solo no aseguraron la entrada al área, algo que se tratará de inmediato, sino que utilizaron el desvío a una carretera que bordea la parte este del área (A) como aparcamiento provisional de la gente que se iba acercando, y dejaron que mucha gente, sobre todo amigos de Sheila, aparcaran en la misma carretera, junto a las vallas del área (B). Por ejemplo, uno de ellos perdió su teléfono, que acabó de alguna forma dentro del área recreativa, provocando no pocas sospechas y un mal trago en forma de investigación al sujeto en cuestión.

ERROR 2. No solo no protegieron la entrada al área recreativa (C) y dejaron circular varios coches, sino que fue allí precisamente donde aparcaron y dejaron que aparcaran varios vehículos de agentes, familiares, médicos, y algún que otro curioso. Era una zona clave para intentar buscar huellas, porque era terrizo y estaba embarrado debido a la lluvia, y podrían haber encontrado buenas huellas de rodadas o calzado. Si en algún momento alguien reparó en ello, ya era demasiado tarde, y ya estaba todo contaminado por muchas rodadas y pisadas. Vean en la foto la excelente ocasión pérdida para buscar huellas.

ERROR 3. No se hizo un reconocimiento de la zona entre la entrada y el lugar donde se estaba aparcado el coche de Sheila (D), para intentar buscar señales de neumáticos, o incluso pisadas. De nuevo, cuando alguien se quiso dar cuenta, ya habían pasado, ida y vuelta, bastante vehículos y había pisado mucha gente. Es un terreno con hierba y guijarros, donde no quedarían señalas tan nítidas como en la entrada, pero era factible encontrar algo. La persona a la que paró el hermano de Sheila y se quedó con él esperando la llegada de la Guardia Civil, se fijó en que había dos marcas de rodadas que se podían seguir desde la entrada hasta donde estaban los coches de Sheila y su hermano. Eso podría indicar que hasta ese momento no había entrado un tercer vehículo en la zona, aunque las señales eran tenues, y no se puede descartar. En cualquier caso, asegurar correctamente ese sector habría permitido comprobarlo, así como la posible existencia de huellas de pisadas.

ERROR 4. Permitieron que las suposiciones o conjeturas iniciales guiaran la investigación. En la luna delantera se podían apreciar unas grietas (y otras más pequeñas en la parta inferior) producidas sin duda por un impacto de algún tipo. A alguien se le ocurrió la idea, que en aquel momento tampoco era un disparate, de que las grietas habían sido producidas por pedradas y los demás parecieron aceptarlo. En esos momentos, sin apenas información, podían suponer que alguien había arrojado piedras contra el coche, obligándola a parar, y después la había asesinado. En el extremo de la ceja derecha se podía apreciar una herida, y de la conjetura anterior dedujeron que había sido producida por algún instrumento contundente, quizás también una piedra, o tal vez un palo o similar, y se pusieron a mirar por los alrededores por si veían algo de ese estilo. Una conjetura, inicialmente aceptable pero incierta, es aceptada como fundamento para deducir como se podía haber producido el crimen y el arma asesina, lo que es llevar las deducciones demasiado lejos y condiciona toda la investigación.

ERROR 5. No se efectuó una inspección ocular, ni nada que se pueda asimilar, ni antes ni después del levantamiento del cadáver. Según se dijo más tarde, hacía un día muy malo, con lluvia, viento y frío, y se consideró que en esas condiciones no se podía realizar la inspección ocular de forma correcta. Se decidió entonces (la decisión se asigna al Juez, pero parece presumible que fue influenciado por los agentes) que se procediese al levantamiento del cadáver y trasladar el coche al cuartel, donde supuestamente se podría trabajar en condiciones. Al parecer, a nadie se le ocurrió intentar conseguir alguna tienda, carpa o similar, para intentar trabajar allí. De todos modos, tampoco es que se apresuraran tras llevar el coche al cuartel. Estuvo allí todo el resto de la tarde, sin que nadie hiciera nada, y tampoco se hizo nada durante la noche, y no fue hasta la mañana siguiente, y tampoco a primera hora, cuando comenzaron a estudiar el coche.

ERROR 6. No se realizó ni siquiera una búsqueda superficial en el interior del coche. A veces da la impresión de que ni siquiera miraron. Una cosa es no hacer una inspección ocular formal, y otra no hacer ni siquiera una observación visual somera. El casquillo se halló más tarde en la parte trasera, bien a la vista. La bala alojada entre luna delantera y la goma se podía observar sin más que mirar en esa dirección, no estaba oculta. La herida de la parte trasera de la cabeza podía quedar disimulada por el pelo, pero la sangre en la parte superior del abrigo la delataba. ¿Otra pedrada o golpe con objeto contundente? Ni siquiera parecen haber reparado en ello. Dijeron buscar por los alrededores algún objeto contundente que pudiera ser el arma del crimen, pero a nadie le dio por buscarlo precisamente en el lugar donde se halló el cadáver, el coche. Tendrían que haber mirado bajo los asientos, bajo la bufanda y chaqueta de la parte trasera,… De haberlo hecho deberían haber visto el casquillo con total seguridad. Y si miraron, como se supone que deberían haber hecho juez, secretaria y agentes, deberían entonces explicar por qué no vieron el casquillo que fue hallado al día siguiente. Ni siquiera dejaron registrado como se halló la posición del mando de luces del coche. De casualidad quedó registrado el estado del mando del limpiaparabrisas, porque estos se activaron al poner contacto. De la palanca de cambios tenemos que conformarnos con que tenía una velocidad metida, primera o tercera, pero no precisaron cual. Y así unas cuantas omisiones más, como el estado de la calefacción, de la radio, … Resulta complicado imaginar como se podría haber hecho peor.

ERROR 7. Inspección ocultar del vehículo superficial e incompleta. No solo no se dieron ninguna prisa en hacerla, y no comenzaron hasta recibir noticias de que en la autopsia que se estaba celebrando se habían encontrado heridas de arma de fuego, sino que se efectuó una inspección bastante poco intensa, de tal modo que se tuvieron que hacer posteriormente otras dos inspecciones oculares para tratar de subsanar las carencias de la primera. No se hizo algo que debería haber sido obligatorio una vez hallados el casquillo y la bala, que parecían indicar que el disparo se había producido dentro del coche, y es una recogida integral de residuos de disparo de todo el interior del vehículo sobre todo en asientos, reposacabezas y puertas. De haberlo hecho, es probable que se pudiera haber proporcionado una buena estimación de la posición del tirador y, de paso, conocer la composición química del fulminante, algo que, como veremos, habría podido aclarar bastantes dudas. La inspección tiene unas cuantas carencias más.

ERROR 8. Se identifica el casquillo hallado en la parte trasera como de dos marcas distintas. Este error es tan grosero que se tratará en una sección exclusiva.

ERROR 9. Toma de residuos extemporánea y sesgada. El asunto de los residuos de disparo también se tratará en una sección exclusiva, porque se pretende que esta es la principal prueba contra la persona acusada por la Guardia Civil. Tan solo resumir que las muestras se tomaron mucho después de lo que establecen los protocolos, y que se hizo de forma sesgada y apresurada, a quienes tenían a mano.

ERROR 10. Falta de comprobación de coartadas. Las declaraciones tomadas a los amigos de Sheila fueron escasas y superficiales. Pero lo peor de todo es que no parece haberse comprobado nada. Uno dice que estuvo en casa con su familia, y no le van a preguntar a ningún miembro de su familia. Otro que con su hermano, y no le van a preguntar al hermano. Y así con todos. Ese tipo de comprobaciones debería hacerse de forma rutinaria y lo antes posible, cuando todavía pueden aflorar contradicciones y testimonios divergentes, y antes de que los relatos se coman la memoria.

ERROR 11. No se trasladan al juzgado entrevistas y averiguaciones significativas. No está claro si esto se puede llamar error o comportamiento inadecuado, pero el hecho es que evita que otros actores del caso (fiscal, juez, abogados) puedan hacer una valoración correcta de la evidencia. El abogado de la familia de Sheila insistió mucho con ese asunto, sin demasiado éxito, como era de esperar. Por ejemplo, ya hemos visto el caso de la declaración del testigo que se quedo con el hermano de Sheila en la collada, que solo se conoce porque se comenta de pasada en un informe de 2018. Están ausentes los testimonios de las personas que tuvieron que pasar por la collada la madrugada y mañana del domingo, y sin embargo se toma declaración con gran detalle a personas que pasaron por allí después de las 12, sin que se sepa el motivo. Hay un joven, conocido de Sheila, que pasó por la zona unos 20 o 25 minutos antes de la hora estimada del crimen, y su declaración no consta en ningún lugar. Es un problema general, que sucede en todos los casos, sin solucionar a día de hoy, por el que el 90 % de una investigación es conocida en exclusiva por el cuerpo policial que sea, y es ese cuerpo el que decide lo que es relevante o no para trasmitir al juzgado. Eso da lugar a problemas evidentes, que el lector no tendrá problemas en deducir.

ERROR 12 . Cálculos incorrectos sobre los kilómetros recorridos por el coche de Sheila. De nuevo un error inexplicable, que también se tratará con detalle en una sección independiente, porque más allá de las implicaciones que pueda tener, nos muestra el nivel de la investigación.

ERROR 13. Insuficiente búsqueda de cámaras. Apenas se recogieron las grabaciones más evidentes, de algunos bancos y del peaje, pero o bien las cámaras no estaban operativas (el peaje y algunos bancos) o bien se accionaban al abrir la puerta, por lo que ninguna resultó de utilidad. Pero no se hizo una búsqueda, puerta a puerta, de posibles cámaras privadas que pudiera haber en casas o fincas entre Villablino y Degaña, incluso en las alejadas de la carretera, porque en un amanecer oscuro y lluvioso podrían verse luces donde quizás no se aprecien vehículos. Y simplemente con las luces podría saberse cuantos coches pasaron por determinado punto en un intervalo de tiempo. No sabemos si había alguna cámara de ese tipo, pero si no se buscan es evidente que no se pueden encontrar. Hallar una sola podría haber aclarado muchas cosas que ignoramos.

ERROR 14. Deficiente y negligente investigación sobre 2 testigos que aparecen meses después del crimen. Esto también tendrá su sección propia, y es un ejemplo de algo de lo que se puede discutir si es un error, una negligencia u otra cosa.

ERROR 15. Se siguen pistas débiles y no otras más interesantes. Ya ha ocurrido en otros casos, en los que al comienzo de una investigación se dejan de lado algunas líneas bastante interesantes con un simple párrafo, o ni siquiera eso, y más adelante, cuando se van quedando sin opciones, comienzan a emplear grandes cantidades de recursos personales y técnicos en líneas de investigación nuevas que son objetivamente débiles. Hay un par de esas líneas, que surgen meses después del crimen, y se descartan tras copiosas investigaciones e informes 60 o 120 páginas. Una de ellas se basaba en la aparición de unas pintadas, y se le dedicaron un tiempo y unos recursos desmesurados para algo con muy poca sustancia. Durante las primeras semanas, sin embargo, cuando tenían exceso de hipótesis, se descartaron o dejaron de lado algunas, sin comprobaciones dignas de tal nombre o, en el mejor de los casos, comprobaciones superficiales e inadecuadas. Hay en concreto cuatro líneas de investigación bastante interesantes y que habrían merecido más atención. Si no en aquel momento, agobiados por el trabajo, sí podrían haberse retomado posteriormente. Pero da la impresión de que una vez dejada de lado una hipótesis, aunque sea de forma poco rigurosa, ya no se retoma salvo que aparezca por casualidad algo que la haga revivir.

Esto no pretende ser un recuento exhaustivo, tan solo una muestra significativa, para que el lector entienda la problemática que enfrenta cualquier intento de análisis del caso. El error final, la culminación de todos los anteriores, es la acusación insustancial contra Borja Vidal. A continuación vamos a ver con detalle algunos de los errores citados: El de los kilómetros del vehículo, el del casquillo y el de los residuos de disparo. Este último servirá también como comienzo del análisis de la evidencia alegada contra Borja, que seguirá en la segunda parte.

KILÓMETROS

El Peugeot 206 de la víctima había sido visto por última vez en el puente de Caboalles, y había sido hallado, con la víctima en su interior, en el área recreativa de la collada, a algo más de 7 kilómetros de ese punto. No se podía saber si el coche había circulado directamente hasta ese lugar, y allí había tenido lugar el crimen, o podía tomado algún desvío y ser trasladado posteriormente hasta el área recreativa. Tener esa información habría resultado crucial para guiar las búsquedas (concentrarlas en un punto o extenderlas a toda la ruta) y, en su caso, abrir nuevas líneas de investigación. Los agentes tenían los datos del cuentakilómetros del coche de Sheila cuando fue hallado: 47.162 kms, pero no registraba hectómetros, así que había casi un kilómetro de incertidumbre en cuanto al significado de dicho dato. ¿Acababa de saltar el kilómetro o estaba a punto de saltar al kilómetro siguiente? La falta de esa información implica un nuevo error de los investigadores, o una investigación deficiente, como prefieran. Una vez acabadas las inspecciones en el coche, no tenían más que ponerlo en marcha y circular hasta el momento en que cambiara de kilómetro y medir la distancia recorrida, pero al parecer no se le ocurrió a nadie.

Cuando se halla un vehículo implicado en un crimen, el registro del cuentakilómetros casi nunca aporta información relevante, porque no suele haber datos del kilometraje inicial. Pero en este caso, por pura casualidad, sí los había, porque el coche había salido del taller esa misma noche. Bueno, de la puerta del taller, pero para el caso es lo mismo. Tras terminar de reparar el coche esa mañana, los mecánicos habían dejado aparcado a la puerta. Estaba previsto que Sheila lo recogiera el lunes por la mañana, para irse directamente desde allí a Gijón. Pero sobre la 1.30 de la madrugada llegó al pub un mecánico del taller (el hijo del dueño) con su novia, y le dijo a Sheila que el coche estaba listo, y que si quería se lo podía traer. Ella lo agradeció, y él se fue a por el coche. Pudo acercarlo su novia o ir andando, porque tampoco estaba demasiado lejos. El hecho es que sobre las dos de la madrugada lo dejó aparcado a unos 20 metros del Joe Team y le entregó las llaves a Sheila.

En el taller habían registrado los kilómetros cuando entró el coche, el viernes, y los kilómetros al salir. Había una discrepancia entre ambas cantidades, y los mecánicos explicaron que habían salido a probar el coche al terminar el arreglo. Los investigadores, en lo que es una buena investigación, preguntaron por la ruta y la recorrieron, resultando 15,1 kilómetros, lo que encajaba con la discrepancia entre entrada y salida. Se habían anotado 47.148 kilómetros al cierre de la orden de trabajo, lo que nos deja con una nueva incertidumbre de casi un kilómetro.

Tras esa extraña mezcla de competencia e incompetencia (comprobación del recorrido de prueba y falta de comprobación del kilometraje final), no parecen haber profundizado más en el asunto, y se entiende (o no) cuando tratan del tema en el principal informe del caso. El redactor afirma que tras sumar los aproximadamente 13 kilómetros recorridos entre el aparcamiento del Joe Team y el lugar donde fue hallado arrojan 47.161 kilómetros, y se advierte entonces que la diferencia es probable que se deba a no haber contabilizado la distancia entre el taller y el lugar donde se aparcó, frente al Joe Team, y a que el coche no contabilice hectómetros, y se indica que esa variación se entiende lógica.

Un momento, vamos a ver esto con más detenimiento. El cuentakilómetros registraba 47.148 kilómetros al salir del taller y 47.162 al ser encontrado, lo que resulta en 14 kilómetros de diferencia. Se nos dice que hay aproximadamente 13 kilómetros entre el lugar donde estaba aparcado el coche y la collada, y que ese kilómetro de diferencia se debe, probablemente, a no haber contabilizado la distancia entre el taller y el lugar donde se dejó aparcado por el mecánico, y al hecho de la falta de resolución de ese cuentakilómetros. Aparte de la irritante imprecisión con la distancia entre el aparcamiento y la collada, resulta sorprendente que se refieran al recorrido entre la puerta del taller y el aparcamiento sin expresar la distancia. Y que sin expresar dicha distancia, y apoyándose en la falta de resolución del registro se zanje la cuestión apelando a la lógica. ¿Por qué es lógico que esa diferencia se deba a los motivos citados y no a que el vehículo circuló por otros lugares aparte de la ruta directa? Si lo que se plantea es que no hay evidencia de que hubiera estado en otro lugar, hay que recordar que ausencia de prueba no es lo mismo que prueba de ausencia, y que si bien es legítimo proponer que la diferencia se puede explicar con los motivos citados (distancia hasta el taller y no registro de hectómetros), no es menos cierto que la hipótesis alternativa también es posible, y no debería haber descartado con tanta facilidad.

Pero estas consideraciones deben dejarse ahora de lado, porque resulta que los investigadores cometieron un error muy grave, impropio de una investigación de esta magnitud. Les pido que dejen aparcadas provisionalmente las posibles implicaciones del error que se va a exponer y se centren en el error mismo, porque en mi opinión pone en duda el rigor de toda la investigación. El caso es que los aproximadamente 13 kilómetros a los que se refiere el informe son la distancia entre la puerta del taller y la collada, no entre el aparcamiento frente al Joe Team y la collada. ¿Cómo se puede cometer un error tan grosero? Yo lo he medido con mi coche y me salen algo más de 13 kilómetros, unos 40 metros más, aunque no pretendo una precisión máxima. Entre la puerta del taller y el Joe Team hay unos 500 metros.

De repente, de los dos motivos alegados para explicar la discrepancia en el kilometraje nos encontramos con uno solo, la falta de registro de hectómetros. .¿Puede explicarse la diferencia con eso? Sí, se puede, pero hay que apelar a dos casos extremos. Es un problema matemático fácil de resolver. Al no registrar hectómetros, hay casi un kilómetro de incertidumbre en cada medida, lo que resulta en una incertidumbre total de 2 kilómetros. Es decir, los 14 kilómetros que resultan de la resta 47.162 – 47.148, pueden indicar un recorrido de entre 13 y 15 kilómetros.

Para explicar la diferencia hay dos explicaciones posibles:

A) Toda o parte de esa diferencia se debe a que el vehículo estuvo circulando por vías distintas a la ruta directa.
B) Toda la diferencia se debe a la falta de resolución del cuentakilómetros.

Para que la opción B sea cierta debe cumplir, de forma ineludible, dos condiciones:

1) Cuando el coche salió del taller, con 47.148 kms, estaba a punto de saltar al kilómetro siguiente.
2) Cuando el coche fue encontrado con 47.162 kms, acababa de saltar desde el kilómetro anterior.

Se deben cumplir las dos condiciones, no sirve solo una, y las distancias implicadas son de unos pocos metros, algunas decenas como mucho. En cualquier otro caso, se demostraría que el coche habría circulado más distancia de la que hay en la ruta supuesta. Dense cuenta de que el recorrido entre el taller y el lugar donde fue encontrado el coche es de algo más de 13 kilómetros, muy cerca del límite mínimo. El límite máximo implica que el coche podría haber recorrido casi otros dos kilómetros antes de llegar a su punto final.
¿Qué implica esto? Puede que nada, o puede que algo. En cualquier caso, el error implicó que no se tuviera en consideración una alternativa posible, incluso la más probable con los datos conocidos en aquel momento. Recordemos que por entonces no se sabía nada de lo que habían visto los cazadores. Pero el error ahí estuvo, y plantea la cuestión de cuantos más errores similares se habrán cometido y no han dejado rastro.

¿Se puede empeorar el error? Sí, se puede. Es lo que hizo el equipo que retomó el caso en 2018. Y es un magnífico ejemplo del motivo por el cual las revisiones que efectúan miembros del mismo cuerpo que investigó un caso son de dudosa utilidad. En vez de reconocer y explicar el error de sus compañeros, lo metieron bajo la alfombra. Respecto a esta cuestión, su informe es un monumento al disimulo. Obvian por completo lo dicho en el informe anterior y exponen que tras estudiar el itinerario entre el lugar donde estaba aparcado el coche y el lugar donde fue hallado, les sale una distancia de 12,6 kilómetros. A mí me sale un poco menos, pero lo doy por bueno. Después estudian el kilometraje al salir del taller y al ser hallado el coche, y tras efectuar la correspondiente resta, nos dicen que se aprecia una diferencia de 14 kilómetros, y que esa distancia es plenamente compatible con el itinerario seguido por la víctima, de aproximadamente 12,6 kilómetros, y que eso plantea como hipótesis más probable que la víctima fuera abordada en las cercanías del lugar donde fue hallada.

Ni una palabra de la distancia entre el taller y el lugar donde estaba aparcado el coche. Ni una palabra para justificar ese 1,4 kilómetro de discrepancia. Nada. Resulta confuso, porque al no hacer referencia al recorrido desde el taller se escamotea un dato esencial para el análisis. Simplemente dicen que hay 14 kilómetros de diferencia, y que la ruta es de 12,6 kilómetros, y que eso encaja. ¿A ustedes les encaja?

Lo que si intentan es consolidar la hipótesis con el estado del vehículo, en el que no se apreciaron manchas aparentes de barro o suciedad en faldones y neumáticos, lo que para los agentes indica que, previamente a su hallazgo, el coche no había circulado por lugares terrosos o embarrados, que con la llovizna habrían dejado señales. El primer problema con este argumento es que obvia que el coche podría haber circulado por lugares asfaltados. Sin ir más lejos, unos 100 metros antes de la entrada a la collada, hay una carretera que conduce a una mina, y está perfectamente asfaltada. Y también se obvia que el coche podría haber también circulado por caminos o lugares de similar naturaleza a las del área recreativa. De hecho, la entrada al área es una zona de terrizo, y si no dejó señales evidentes, tampoco las habría dejado la circulación por zonas de similares características.

En esta parte del informe se paran ahí. Ni se refieren al error de sus compañeros, ni a la distancia al taller, ni a la resolución del cuentakilómetros. Pero un poco más adelante, en el mismo informe, vuelven al tema. Tras exponer de nuevo el kilometraje del coche en cada punto, y los 12,6 kilómetros entre el aparcamiento y la collada, nos dicen, sin timidez, que se puede determinar sin ningún género de duda que el Peugeot 206 llegó directamente desde Villablino a la collada. En apenas 25 páginas de informe se ha pasado de la hipótesis más probable al sin ningún género de duda.

En cuanto a la posibilidad de que el coche circulara por alguna vía no identificada, existe. El dato de la observación de los cazadores, conocido meses después, parece indicar que el crimen tuvo lugar en esa zona, aunque no excluye que tras marcharse ellos el coche con la víctima fuera llevado a algún otro lugar antes de dejarlo en el lugar donde se encontró. O que fuera secuestrada en ese punto, y asesinada en otro. De todos modos, son conjeturas, y yo no encuentro motivo para creer que circulara por otros lugares. Pero no olvidemos que para sostener que circulara directamente hay que aceptar las dos casualidades citadas más arriba en el salto de los kilómetros. ¿Fue una casualidad? Posiblemente, pero ya no se puede saber. Seguramente se podría haber sabido, o estar más cerca de hacerlo, si hubieran hecho su trabajo correctamente.

Lo indiscutible, lo real, es que los investigadores cometieron un error incomprensible, otro más, y que sus compañeros, años después, lo silenciaron y no explicaron nada. A la vista de esto, ¿creen ustedes que se puede confiar en el resto de la investigación?

CASQUILLO

No todos los errores y anomalías de una investigación son iguales. Los hay graves, muy graves, y después están los irrecuperables. Y en este caso hay uno de esos errores que, debido a su naturaleza, no se puede arreglar. Es como una falta eliminatoria, un error incomprensible que sigue sin explicación 20 años después, y que afecta nada menos que a la naturaleza de la munición empleada para matar a Sheila, y con ella, cualquier prueba basada en residuos de disparo. Realmente nunca ha habido demasiadas posibilidades de que acusación contra Borja Vidal desembocara en un juicio, pero si hubiera sucedido, es prácticamente seguro que su abogado habría conseguido eliminar la única prueba (al menos algo que se pueda llamar prueba) en las cuestiones previas, dejando sin caso a la acusación. Cuando se trata de este caso en los medios, raramente se refieren a este problema, y cuando se hace apenas se explica nada y se trata a toda costa de minimizarlo, tratando de dar la impresión de que es un error sin importancia, algo anecdótico. Nada más lejos de la realidad.

Durante una inspección ocular de un delito con arma de fuego, es un procedimiento rutinario fotografiar y describir con precisión los elementos que se pueden hallar: El arma del crimen y los casquillos y proyectiles. En este caso ya se comenzó mal, porque la inspección ocular realizada en el vehículo mientras estaba en la collada parece haber sido casi inexistente., como ya se ha comentado. Se llevó el coche al cuartel, y al día siguiente, comenzaron por fin la inspección ocultar.

Algo llamativo es que, pese a que el juzgado de Cangas de Narcea está a unos cientos de metros del cuartel, no se avisara para que el juez o la secretaria judicial estuvieran presentes, como sí se hizo posteriormente cuando se dispusieron a buscar huellas dentro del coche. Pero sigamos. Durante la inspección se halló un proyectil alojado entre la luna delantera y su goma inferior, y en la parte trasera, detrás del asiento delantero derecho, un casquillo de bala. Estaba bien a la vista, y debería haber sido visto el día anterior sin más que un vistazo superficial, pero lo cierto es que nadie parece haberlo visto, algo que cuesta comprender. Se fotografió dicho casquillo y se dio parte a los investigadores. Estos, aunque ya había transcurrido demasiado tiempo, llamaron a 6 de los posibles sospechosos para realizar pruebas de detección de residuos. En la petición de autorización al juzgado y en las 6 hojas donde se registró el procedimiento para los 6 jóvenes, la misma tarde del lunes 26 de enero, horas después de encontrarse el casquillo en el coche, se denomina este como de marga GECO. Durante más de dos semanas, en todos los documentos oficiales, se describe el casquillo como de marca GECO. Y de repente, a partir del 12 de febrero, en todos los documentos pasa a denominarse la marca del casquillo como Sellier & Bellot (en realidad ponen S&B), sin ninguna explicación, aclaración ni comentario. Simplemente donde antes se ponía una cosa comenzó a ponerse otra. Necesito que entiendan bien esto, porque resulta crucial. Nadie dijo nada, ni se avisó de ningún error, ni se presentó ningún informe. Se cambio la marca del casquillo y ya está.

El control de daños (damage control), del que tenemos referencia por algunas películas norteamericanas, es el conjunto de actuaciones que se emplea para tratar de reducir en lo posible el efecto dañino de alguna acción errónea o equivocada. Si no es posible eliminar del todo los efectos indeseados, hay que tratar de reducirlos al mínimo para no comprometer un caso. Vamos a ver como habría que actuar ante un problema. Supongamos que un miembro de un cuerpo policial se da cuenta de que alguien ha cometido un error y se ha denominado como de marca GECO un casquillo que en realidad es marca Sellier & Bellot. En ese caso lo comunicará al jefe, y este, dándose cuenta del problema que supone, ordenará una investigación de inmediato. Lo más probable es que comunique, verbalmente y por escrito, al juez y al fiscal, que se ha cometido un error, y que pronto se aclarará. La investigación sobre ese tipo de error no parece difícil. No han pasado ni dos semanas, y no hay tanta gente implicada. Lo primero es tomar declaración a las personas que intervinieron en la inspección ocular, en concreto a quien registró la marca del casquillo. ¿Qué hizo cuando encontró el casquillo? ¿Registró usted la marca del mismo o se lo dijo verbalmente a otro compañero? ¿Usted o el compañero que lo registró tomaban notas manualmente o mediante una grabadora? ¿Dónde están las notas o la grabación de esa inspección? ¿A quién le pasaron esa información? ¿Lo hicieron verbalmente o mediante un informe? Después se va preguntando a toda la cadena de agentes y técnicos de laboratorio. Usted escribió en varias hojas la marca GECO. ¿De dónde sacó esa información? ¿Quién se la dio y mediante qué soporte? Después de entrevistar todo el mundo, se identifica la fuente del error, o al menos la fuente más probable, se redacta un informe explicándolo todo, y se envía a juez y fiscal, identificando a todos los implicados, y dejando claro que están a disposición si son requeridos para ulteriores aclaraciones. Con ello se intenta reducir al mínimo el efecto negativo del error.

Pero en este caso se guarda silencio, no se dice nada ni se hace nada. Cuando se detiene a Borja y su abogado comienza a interesarse por la discrepancia, dicen simplemente que ha sido un error, sin aclarar qué tipo de error, cometido por quién ni cuándo. Nada, con eso hay que conformarse. Mucho más tarde, bajo presión judicial, dicen que ha sido un error tipográfico, pero siguen sin decir quién lo cometió, cuándo y cómo. De hecho, no llegan a comunicar en ningún momento el problema de forma oficial al Juzgado, y no es hasta muchos años después, durante la reapertura, cuando lo hacen, algo que les reprocha el instructor.

Algunos de ustedes se estarán preguntando por qué simplemente no se miran las fotos del casquillo tomadas durante la inspección ocular para salir de dudas. Pues porque las fotos no aclaran nada. Contra los procedimientos normalizados, no se tomaron fotos del culote del casquillo, que es donde viene troquelada la marca. Otro error más, y en el momento más inoportuno. ¿Es razonable la explicación del error tipográfico? Si no nos dicen quien lo cometió (el agente durante la inspección ocular, un mando al redactar el informe, …) no resulta fácil opinar. Pero no se ve como se puede confundir una marca con otra. Podría ser razonable una confusión entre GECO y GICO, por ejemplo, ¿pero como se confunden dos marcas con nombres y troqueles tan distintos?

En cualquier caso ¿por qué no se investigó y explicó en su momento lo ocurrido con nombres y fechas? ¿Por qué se ocultó? ¿Se produjo el error en Asturias o en el laboratorio en Madrid? ¿Fue algún error de tipo de redacción o en algún momento un casquillo S&B tomó el lugar de un casquillo GECO? ¿Pudo producirse un cambio inadvertido en el laboratorio en Madrid con el casquillo de otro caso? Tal vez ocurrió eso, y después desde la Guardia Civil se asumió que el error lo habían cometido ellos y lo hicieran suyo, aunque no supieran ni como ni cuando, de ahí la falta de información. O el error se produjo en Asturias, y se envió un casquillo equivocado. O es un error de la persona que recogió el casquillo, o de quien redactó el primer informe, o a saber.

Algunos lectores se estarán preguntando si tan importante es, si merece toda esta larga exposición. Pues sí, no solo es importante, es mucho más importante de lo que parece, porque la composición química del fulminante de ambos tipos de munición es distinta, y resulta que la atribución de la culpabilidad a Borja descansa sobre la composición química de una partícula hallada en su mano derecha. Todo el caso descansa sobre una prueba de residuos, que se forman al vaporizarse los productos químicos que contiene el fulminante y enfriarse a continuación. Si no hay certeza sobre el casquillo implicado, ¿cómo se puede sostener que la composición química de tal o cual partícula es similar a las del disparo asesino? Se trata siempre de ser cuidadoso con la llamada cadena de custodia, que es garantía de la integridad de la evidencia, y suele haber problemas cuando esa cadena se rompe o está comprometida. Pero en este caso no es que se rompa la cadena de custodia, es que no existe cadena de custodia. Unos dicen recoger un casquillo de una marca, y otros analizan un casquillo de otra. No hay cadena, no hay rigor, no hay integridad, no hay fiabilidad. La evidencia basada en la composición química del casquillo no es admisible.

Resulta sospechosa la dejadez y falta de diligencia respecto al este asunto. Ya se ha comentado que no se buscaron residuos de disparo dentro del vehículo, pero se podría haber realizado una búsqueda indirecta posteriormente. Se tomaron muestras con celofán, de asientos, reposacabezas y otras superficies para recoger fibras y pelos Una vez recogidos esos elementos, los trozos de celofán fueron guardados, y podrían haberse analizado en busca de partículas de disparo, que muy probablemente habrían quedado adheridas, pese a todo el trajín de los técnicos dentro del coche durante semanas. Pudieron hacerlo durante meses, años incluso, pero lo cierto es que no se hizo nada. Como tampoco se buscaron residuos en las prendas de la víctima, que una vez registradas en busca de pelos, sangre o ADN, quedaron almacenadas. Ni buscaron en la famosa bufanda, ni siquiera cuando se buscaron fibras.

Para finalizar con este tema, y que comprueben ustedes la falta de rigor y el descontrol y desconcierto que lo rodea, voy a contarles algo que sucedió en 2007 en el Juzgado, cuando se estaba a punto de levantar definitivamente la imputación de Borja. En esta ocasión, se trató de aclarar este tema, proponiendo alguna explicación, y tratando de demostrar que el casquillo siempre fue un S&B, que alguien cometió algún error de transcripción, y que el casquillo que llegó a Madrid fue un S&B, y que nunca hubo ningún GECO implicado. Pues bien, se llamó a declarar a los técnicos del laboratorio que habían analizado el casquillo, y uno de ellos declaró ante el Juez que él sin duda había recibido un casquillo S&B, que fue el que analizó y sobre el que realizó el informe. Para que no hubiera dudas, comunicó a su señoría que si quería podía mostrar las notas de puño y letra que tomó en su día, que había traído consigo y que las tenía en el coche. El Juez accedió, y mientras se seguían otros trámites, el técnico fue a buscar sus notas, y cuando regresó con ellas, todos pudieron comprobar su turbación, porque como mostró instantes después, en sus notas de 2004 constaba que había recibido un casquillo marca GECO. Sí, como leen, en las notas manuscritas del técnico de laboratorio.

Los investigadores, casi K.O, trataron en esta ocasión (¡ahora sí!) de hacer control de daños. Intentaron explicar que en la hoja de envío constaba la marca GECO por el error inicial, y que probablemente el técnico se limitó a copiarlo de allí en vez de mirar la marca del casquillo. Pero en ese caso, ¿por qué no comunicó el error en cuanto se dio cuenta? ¿O nunca se dio cuenta de que había un error? Eso parecería. ¿Cómo puede haber ese descontrol en que no se sabe lo que se recibe y lo que se analiza? Otra opción, claro, es que recibiese en realidad la marca GECO, y él mismo, u otro compañero lo cambiara inadvertidamente por el casquillo de otro caso. ¿Que esas cosas no pasan? Vean, sin ir más lejos, lo ocurrido con el ADN en el caso del asesinato de Asunta Basterra.

Si les soy sincero, no tengo ni idea de lo que ha pasado. No sé si se halló un casquillo de una marca u otra. Si se cometió un error, no tengo ni idea de como pudo suceder, tan solo conjeturas, como las de los demás. Lo que si tengo claro, cristalino, es que nada relacionado con ese casquillo sirve para alcanzar alguna conclusión mínimamente razonable sobre ningún extremo del caso. No puede servir de apoyo. No vale.

Esta anomalía con el casquillo sería suficiente para obviar cualquier evidencia basada en residuos de disparo, pero no voy a hacerlo. Voy a explicar con detalle la supuesta evidencia de los residuos de disparo, y voy a hacerlo sin tener en cuenta lo que se acaba de exponer, como si no existiera ningún problema con la marca del casquillo. Así que les pido que, de forma provisional, también dejen de lado lo que acaban de leer. No es necesario para entender lo que oculta la supuesta prueba de residuos, que se puede tumbar sin necesidad de apelar a la confusión con el casquillo.

RESIDUOS

Este es un caso de prueba única. Se basa única y exclusivamente en un informe tendencioso sobre residuos de disparo y en una interpretación torcida e insostenible del mismo, y se trata después de construir una acusación alrededor de eso. Se afirma que las partículas de residuos de disparo halladas en las manos de Borja indican que disparó el arma que acabó con la vida de Sheila. Es decir, se establece una relación directa entre los residuos y la culpabilidad de Borja, y una vez que se lo considera autor material del crimen, se buscan las pruebas o indicios que apuntalen dicha conclusión inicial. Sin mucho éxito, todo hay que decirlo, pero el resto de la supuesta evidencia se tratará en otra sección, en la segunda parte.

Cuando por fin se enteraron de que Sheila había sido asesinada con un disparo en la cabeza, ya era, desde cualquier punto de vista, demasiado tarde para la toma de muestras de disparo. Hay distintas opiniones en los procedimientos de las distintas policías y en la literatura científica sobre cuanto tiempo después de un disparo permanecen las partículas en las manos de un tirador que después hace vida normal y activa, y hasta cuanto tiempo después es adecuado o aconsejable efectuar pruebas. Unos dicen que dos horas, otros que cuatro, algunos lo alargan hasta ocho horas. Pero nadie considera que una vez pasadas más de 24 horas sea aconsejable realizar la prueba, ni que los resultados sean significativos si, pese a todo, se hace.

Los que quieran profundizar sobre este tema pueden encontrar en internet, con una búsqueda sencilla, muchos artículos o referencias a los residuos de disparo, desde los resúmenes más simples a los artículos más técnicos.

Un problema con esta prueba (similar a lo que ocurre con otras) es que los espectaculares avances técnicos han llevado a la sobrevaloración de su importancia, y se pretende que donde antes hacían falta decenas de partículas, ahora se pretende llegar a conclusiones con una o dos. La importancia de esta prueba siempre estuvo en que la persona que dispara un arma queda impregnada de residuos de disparo, sobre todo en la mano que dispara y en las ropas. Los residuos de disparo depositados en la mano se pierden con mucha rapidez (salvo en la mano de un cadáver, por razones obvias) con la actividad diaria normal, cogiendo, tocando, rozando, en unas pocas horas. Un lavado de manos es probable que elimine todos los residuos, sin necesidad de que sea muy vigoroso. A partir de determinado momento, la probabilidad de que una partícula hallada en la mano de una persona proceda de una transferencia secundaria (dando la mano a otra persona, tocando una superficie…) es mayor que la de que proceda de un disparo efectuado por esa persona. No está claro en que momento se cruzan las dos probabilidades, ya que los estudios son parciales y escasos pero seguro que no son 33 horas. Pueden ser 5 horas, tal vez 10, tal vez algo más, dependiendo de muchos factores: duchas, lavados, si el sujeto ha dormido parte de esas horas o no, …etc. Pero es seguro, como indican los técnicos en su segundo informe, que la probabilidad de que tras 33 horas de producirse un disparo sea hallada una partícula en la mano del tirador es nula, o casi nula.

Por ora parte, en las ropas los residuos pueden aguantar bastante más tiempo, sobre todo si el sujeto se las quita al poco de producirse un disparo y no se lavan. Se hallaron varias partículas de residuos en varias prendas de los sospechosos, pero como ya se indicó en los informes, de haber sido esas prendas portadas durante el disparo, tendrían que haberse hallado muchísimas partículas, no alguna suelta.

Dos definiciones importantes para la comprensión de lo que se va a tratar. Habría unos cuantos matices en cuanto al tamaño y la forma de las partículas , pero no quiero complicar más la cuestión

Partículas ESPECÍFICAS: Aquellas que se considera que proceden de un disparo de arma de fuego, con exclusión de otras fuentes. Constan obligatoriamente de Plomo, Antimonio y Bario, y pueden contener otros elementos.

Partículas COMPATIBLES: Aquellas que resultan con frecuencia de un disparo de arma de fuego, pero que también pueden proceder de otras fuentes. Se denominan también como características o consistentes, y constan de uno o dos de los tres elementos básicos mezclados con otros elementos.

Pese a lo que establecen los protocolos, el lunes por la tarde llamaron a toda prisa a seis de los jóvenes a los que habían entrevistado el día anterior y les pidieron que fueran al cuartel y que llevaran las ropas que vestían la tarde-noche del sábado. No se sabe el motivo por el que no llamaron a algunos de ellos, pero está claro que en esos momentos, como consta en un informe del mismo día 26 de enero, consideraban que el autor del crimen era alguien conocido de la víctima, y el grupo de seis era una muestra de esas sospechas: Cuatro de los amigos de Sheila que habían estado con ella en diversos momentos de la madrugada del 25 de enero y dos antiguas relaciones sentimentales, de las que no constaba que hubieran interactuado con la víctima el día del crimen.

Las dos relaciones sentimentales eran Teo, su exnovio, con el que había mantenido una relación de 5 años, finalizada el junio anterior, y con el que, pese a algunos pequeños roces, se llevaba bien. Hablaban a menudo por teléfono, habían quedado para tomar un café la tarde del domingo, e incluso iban a realizar un viaje juntos en unas semanas. El otro era Borja, con quien había mantenido una relación bastante superficial desde finales de octubre hasta los primeros días de diciembre. Desde ese último momento la relación entre ambos se limitaba a la relación camarera-cliente en el pub Joe Team, y no era del todo buena. Una serie de malentendidos había llevado a una relación tirante, pero nada serio. No había ni amenazas, ni insultos, ni gritos, ni preocupación, ni nada por el estilo. Se limitaban a saludarse y después se ignoraban.

Hay que señalar que la consideración de Borja junto con Teo como relaciones de la víctima está determinada por un evidente sesgo de selección. Y ese sesgo se trasladó a los informes meses y años después del suceso, cuando se sigue diciendo, por ejemplo, que tras la relación con Teo Sheila mantuvo una relación con Borja, y ahí se deja, como si esas hubieran sido las dos relaciones de la víctima. Lo cierto es que todo el mundo en la zona sabía de la relación con Teo, pero la inclusión de Borja, y no de otros, tiene mucho que ver con las personas a las que se entrevistó el mismo 25 de enero, la gran mayoría del entorno de Degaña y el valle de Laciana. Sheila tenía dos círculos de amistades, dependiendo de su lugar de residencia. La mayoría de los fines de semana y durante las vacaciones, residía en Degaña y trabajaba y se relacionaba en Villablino, mientras que por semana vivía y estudiaba o trabajaba en Gijón (anteriormente en Oviedo), donde vivía en el piso con su hermana. Ahí tenía su propio círculo de amistades, y también de relaciones, que eran desconocidas para el grupo de Villablino.
Así que los datos sobre amistades y relaciones recogidos inicialmente corresponden a Villablino, y están totalmente ausentes los de Gijón. Todos en el grupo que visitaba el Joe Team conocían la relación con Borja, que era precisamente uno del grupo, pero su conocimiento se circunscribía a ese lugar y a las personas que lo frecuentaban, y eran ajenos a otros círculos de amistades de la víctima, incluso a lo que sucedía fuera de ese pub en concreto. Con el tiempo se empezó a saber que la relación con Borja no había sido la única que tuvo Sheila tras romper con Teo, ni había sido la última, ni había sido la más importante. Pero el efecto inicial ahí quedó, y Borja fue la segunda relación incluida en el grupo al que se les tomaron muestras. Dos de los cuatro amigos eran Sela y Bibi que, tras estar con la vícitma en distintos momentos de la noche, habían circulado en el coche del primero delante de Sheila desde Villablino hasta el puente de Caboalles, donde se habían separado. Los otros dos eran también amigos de Sheila y habían estado con ella en el Joe Team, y posteriormente en el Guey.

A esas seis personas se les tomaron muestras, y se les recogió la ropa aportada, la tarde del día 26 de enero. El informe no llegó hasta el 12 de julio (fechado el día 1), aunque es seguro que, como sucede siempre, se hubiera adelantado información telefónicamente a los agentes. Es un informe malo, no hay otra forma de decirlo. Los informes de laboratorio deben ser claros y precisos, y servir a investigadores, juez, fiscal y abogados para hacerse una imagen fiel del tema tratado. Sea por iniciativa propia, o por solicitud de terceros, el informe es deliberadamente impreciso en su redacción de un elemento clave, dando a entender algo que no es correcto y pudiendo llevar a confusión. Además, el informe ignora el elefante en la habitación.

No sabemos la influencia que pudieron tener los investigadores en la redacción final del informe y sus confusas conclusiones, pero lo cierto es que lo utilizaron para sostener su tesis de la autoría de Borja, utilizando a su vez una argumentación engañosa para forzar una interpretación poco rigurosa. Es decir, un mal informe y una interpretación endeble sobre el mismo. Esa es la fundamentación del caso contra Borja.

EL INFORME

Se afirma con frecuencia que el único positivo en residuos de disparo fue Borja Vidal, y otras veces se da por entendido, como en el libro de Garrido y López. Contadas veces se informa de que hay algún positivo más. Voy a poner un cuadro con un resumen de los resultados de residuos de disparo en manos y ropas, sin nombres y en orden descendente de número de partículas halladas:

En primer lugar, el elefante en la habitación que el informe ignora, la gran cantidad de partículas halladas, con el sorprendente resultado de que hallaron partículas a TODOS los sujetos objeto de estudio. Más llamativo todavía es que se hallaron partículas ESPECÍFICAS de disparo, es decir, aquellas que proceden de un disparo, con exclusión de otras fuentes, a 3 de los sujetos, la mitad de la muestra. Cualquier experto en el campo les puede decir que estos resultados son muy anómalos, y todo parece indicar una contaminación de algún tipo. Encontrar partículas compatibles, y sobre todo específicas, en una persona escogida al azar, no es demasiado frecuente, pero tampoco tan raro que haya que buscar explicaciones extrañas. Pero si se toma a 6 personas y se encuentran partículas a todas ellas, debería ser evidente que hay algo fuera de lugar. Pero todo esto se obvió en el informe, cuando esta debería ser la base para analizar toda la prueba de residuos, que el hallazgo de partículas en todos los sujetos, junto con el tiempo transcurrido entre la toma de muestras y la hora probable del disparo fatal (que el informe también se arregla para equivocar, indicando 18 horas, cuando fueron 33) hacen que toda la prueba resulte fallida, de inútil interpretación, e inválida para establecer una conclusión mínimamente racional.

Vamos ahora con la interesada confusión en cuanto a los resultados. Si ustedes leen en un informe que en el portamuestras aplicado sobre la mano derecha del  sujeto … se han detectado partículas a base de plomo (Pb), antimonio (Sb) y bario (Ba), además de estaño (Sn), cuyo origen es específico de la detonación de un fulminante como el analizado, y en las conclusiones de dicho informe algo muy parecido: se han detectado partículas cuyo origen es específico de la detonación de un fulminante como el analizado, creo que concluirán que el informe está diciendo que hay varias partículas que contienen plomo, antimonio, bario y estaño y que el origen es específico no solo de un disparo, sino de un disparo con un fulminante como el del arma del crimen. Una partícula con plomo, antimonio y bario ya resulta específica de un disparo, con exclusión de otra fuente, y si además contiene estaño, que es un elemento que no está presente en la munición de escopetas, y tampoco en todas las municiones de armas cortas, habrá que concluir que estamos ante un residuo de disparo de arma corta y que podría coincidir con la munición empleada en el crimen. No se pueda llevar más lejos ni demostrar nada, porque no hay forma de establecer una relación entre partículas, pero sería un indicio. Y si hay más de una partícula de ese tipo, más potente la prueba indiciaria.

Esa conclusión sobre lo que dice el informe, razonable a partir de la redacción, resulta ser errónea, ya que la redacción del informe resulta equívoca e induce a confusión. Porque el hallazgo al que se refiere es de dos partículas distintas e independientes. Una de ellas específica de disparo, conteniendo plomo, antimonio y bario, y la otra que no es específica, sino compatible, conteniendo plomo, estaño y bario. Es decir, la partícula que contiene estaño, elemento presente en el fulminante del casquillo analizado, no contiene antimonio, y por tanto no es específica de disparo, y puede proceder de otra fuente distinta a disparo de arma de fuego. La partícula específica, que sí proviene de un disparo, no contiene estaño, y puede proceder de un disparo de cualquier escopeta o cualquier arma corta.

Vuelvan a leer lo que se pone en el informe, y comparen con lo que realmente se halló y valoren ustedes. La redacción de un informe técnico debe de ser lo más clara, objetiva y pulcra posible, para evitar precisamente la confusión de los que tengan que hacer uso de ese informe: investigadores, fiscal, juez y abogados. Una redacción como la citada puede llevar a confusión, especialmente cuando tras una detención, y en apenas dos o tres días un juez tiene que decidir si envía a prisión a un detenido. El mismo juez, o el fiscal, o el abogado defensor pueden estar agobiados de trabajo y pasar por alto lo que realmente se encontró y fiarse de las conclusiones. No fue el caso, pero podría haberlo sido.

¿De dónde salieron las partículas de la mano de Borja? Pues esas y las halladas en las manos y ropas de los otros pueden ser resultado de una contaminación, o tener origen variado, pero ninguna de ellas procede del disparo que mató a Sheila, como se dice semanas después en otro informe donde se les pregunta de forma explícita a los técnicos por el tiempo que tardan en desaparecer los residuos: Las 33 ó 34 horas transcurridas hasta la exploración, es tiempo suficiente como para descartar que las partículas detectadas fueran las inicialmente depositadas como consecuencia de una exposición inicial directa a la nube de residuos. Habría que pensar más en una transferencia desde otras superficies.

Entonces, ¿de qué estamos hablando? Si está claro que ninguna de las partículas, ni las halladas en Borja ni en los otros, provienen directamente del disparo que se produjo en torno a las 8.15 de la mañana del 25 de enero, ¿cómo se puede utilizar ninguna de ellas para acusar a ninguno?

Cualquiera de ellos pudo tocar un arma antes del análisis, o ser contaminados por otras personas, o por agentes de la Guardia Civil, o por distintas superficies en el cuartel, o cualquier cosa que se nos ocurra. Incluso se ha propuesto que las frecuentes explosiones en la minería a cielo abierto pueden hacer de toda la zona un repositorio de partículas metálicas procedentes de los explosivos y sus contenedores. En cualquier caso, resulta tramposo tratar de explicar como llega determinada partícula a una mano o una prenda, obviando el resto de las partículas del resto de personas. El único cazador, el único que había disparado un arma era Borja, ninguno de los otros cinco había cazado nunca. El único que podría tener una explicación para la partícula era él. Y no, no era su jornada de caza de 9 días antes. Pero si era cazador, sí que podría haber partículas en su casa: en la escopeta, en prendas utilizadas para cazar, y en lugares de la casa a los que pudieran llegar desde esos elementos.

¿Y la partícula con estaño? De nuevo las trampas argumentales. La partícula con estaño puede proceder de un disparo (como una docena de las halladas en manos y ropas de los otros), o de otras fuentes. Incluso si procediese de un disparo, no implicaría nada, como las del resto, porque no se puede individualizar al casquillo disparado, ni siquiera a este tipo de casquillos. Una cosa es que la composición con estaño no esté presente en todos los fulminantes y otra que sea exclusiva de esa marca de casquillo. En absoluto, el estaño puede proceder de muchas marcas de casquillos y es muy frecuente. La única razón por las que se le da tanta importancia es porque no se había localizado nunca en munición de escopeta. Me volveré a referir a este asunto en la segunda parte, al abordar el tema de las fibras.

En resumen, la partícula conteniendo estaño puede proceder de un disparo o de otras fuentes. Incluso si procediera de un disparo, no se puede hacer corresponder ni con el fulminante del casquillo hallado en el coche, ni con esa marca en concreto. Y para terminar, el único origen que está descartado es que llegara a la mano del sospechoso a raíz del disparó que acabó con la víctima.

LA INTERPRETACIÓN

El primer pilar era un informe tendencioso y equívoco, y el segundo una interpretación errónea y equivocada. Esta se basa en que se establece una elección entre dos opciones, y se argumenta que si la segunda no es posible, o es muy improbable, tiene que ser correcta la primera. Tiene reminiscencias a otras falacias argumentales, y en todo caso la trampa está en que el que plantea la elección es el que elige la que se trata de derrotar, y lo hace de forma sesgada e interesada. En este caso, conscientes de la debilidad objetiva de la prueba de residuos, trataron de colar una distinción engañosa. Durante la prueba de residuos, Borja les dijo a los técnicos que había disparado una escopeta días antes, temiendo que eso diera un positivo. Preguntarles a las personas a las que se toman muestras si han disparado un arma recientemente es obligatorio en muchos países, y una cuestión de rutina, aunque parece que no lo era en aquella época en España.

Así que se utilizó esa jornada de caza para establecer la elección falaz. Se explicó que el estaño hallado en una partícula no estaba presente en la cartuchería de escopeta, y sí en el casquillo hallado en el coche, así que el planteamiento fue: Es una partícula similar a las del arma del crimen, y como no es posible que proceda de la jornada de caza, porque los cartuchos de caza no contienen estaño, tiene que proceder del casquillo. No es difícil darse cuenta de la falacia, porque puede haber otras opciones tanto o más probables. De hecho, no solo es que pueda haberlas, es que las hay, y las dos opciones elegidas son probablemente las más improbables de todas. Ya dijeron los técnicos que 33 horas servían para descartar que la partícula se depositara en la mano a partir del disparo del 25 de enero, así que más fácil es descartar que el origen fuera un disparo de escopeta de 9 días antes. Pero es la forma de tratar de colar una explicación muy improbable comparándola con otra más improbable todavía.

Si para explicar un suceso X tenemos que A tiene una probabilidad de 1/1.000 de ser la causa de X y B una probabilidad de 1/10.000 de ser la causa de X, está claro que A es 10 veces más probable que B, pero tratar de concluir de ello que A es la explicación más probable para X es una falacia que debería ser evidente. Entre A y B tiene poco más de una probabilidad entre 1.000, mientras que otras explicaciones C, D, E, F…. tienen aproximadamente 999 posibilidades entre 1000 de contener la causa de X.

Cualquier pregunta sobre las partículas debe responderse teniendo en cuenta todas las partículas halladas en todos los sospechosos. ¿Como llegaron a la mano de Borja? Pues seguramente igual que llegaron a las manos y ropas del resto, ocurriera como ocurriera eso. Sí, Borja, que era cazador, tenía una partícula que con seguridad procedía de un disparo en su mano dominante. Y otro de los analizados tenía otra partícula que con seguridad procedía de un disparo en su mano dominante. Y otro la tenía en su sudadera. ¿Como llegaron esas tres partículas, que proceden con seguridad de un de disparo, a esas personas? No voy a decir, ni siquiera insinuar, quienes eran las personas portadoras de esas partículas, porque considero que no es significativo, ni evidencia de nada, ni siquiera indicio de nada contra ellos. Exactamente como Borja.

Por cierto, en la tabla de resultados de las partículas Borja es el sujeto B.

En 2018 se hizo un refrito, introduciendo supuestamente nueva evidencia basada en laboratorios privados, algo muy poco frecuente. Tampoco coló. El abogado de Borja denominó el nuevo informe de los investigadores con un término que no puede ser más expresivo: marrullero.

Esta se supone que era la gran prueba contra Borja Vidal, y hemos visto que es tan solo humo, tal como ya vieron en su momento fiscales y jueces. Creo que los investigadores estaban totalmente atascados, siguiendo pistas sin demasiadas esperanzas, y de repente les llega algo de un laboratorio con lo que creen que pueden acusar a alguien y resolver el caso. No tienen nada más, ni evidencia, ni motivo, nada. Pero deciden seguir adelante, y ya aparecerá algo.

Tan solo con lo visto hasta ahora sería suficiente para considerar la hipótesis de los investigadores como frívola y fallida, pero no eludiré tratar el resto de los elementos que supuestamente apuntaban hacia Borja, y el motivo por el que habría cometido el crimen. Este será también fácil de tumbar. En la segunda parte, en unas semanas, junto con el asunto de los cazadores.